La Cata Flamenca de Montilla, que año tras año, y ya van 45, reúne a lo mejorcito de cada casa en este arte Patrimonio de la Humanidad, propiciará el próximo sábado el encuentro de dos grandes damas cordobesas, triunfadoras en sus respectivos espacios vitales: la bailaora Blanca del Rey y la pintora María José Ruiz, a quien el Ayuntamiento montillano ha encargado el cartel de la presente edición, en el que reina la figura de Blanca volteando con gracia suprema el mantón de su soleá, la creación que la hace única e irrepetible en la historia del espectáculo patrio.

Aunque se despidió oficialmente de los escenarios en 2011, esta leyenda viva del flamenco, mujer de aspecto sosegado y nervio puro por dentro, está casi tan activa como cuando cosechaba la admiración del público de medio planeta con un estilo propio, lleno de fuerza, duende y sofisticación. Cierto es que ya, a sus 72 años milagrosamente llevados (sigue ágil, delgada y con el mismo brillo en los ojos de siempre), Blanca del Rey no se prodiga en bailes. Solo de tarde en tarde se sube al tablao madrileño del Corral de la Morería si se lo pide mucho el cuerpo... o si la clientela es esa noche tan rimbombante y la reclama con tanta insistencia que ella, por corresponder a los piropos de jefes de Estado y otros personajes de alto copete, se enfunda de nuevo la bata de cola, echa mano a uno de los más de cincuenta mantones de manila que atesora y demuestra que sigue siendo la bailaora elegante y personalísima que fue desde que, con 14 años, llegara al que dicen es el mejor tablao del mundo, del que ha sido y es alma y esencia. En el Corral de la Morería evolucionó como artista autodidacta bajo la atenta mirada del dueño del local, Manuel del Rey, de quien tomó el nombre artístico tras convertirse en su esposa.

Fallecido el marido -que recién casada la retiró de los escenarios para que cuidara de la casa y de sus dos hijos, lo que le costó una enfermedad de la que no sanó hasta que él le permitió volver a bailar-, ya viuda, digo, Blanca volvió a ser Blanca Ávila Molina, que es su verdadero nombre, y se puso al frente de un negocio familiar que sin perder su condición de templo del flamenco se ha convertido de su mano y la de Armando y Juan Manuel, sus hijos, en sitio gastronómico de moda, con una estrella Michelín. Pero no paran en la faceta empresarial y la dirección artística del Corral las ocupaciones actuales de este relámpago de mujer que pasa por uno de sus momentos más dulces; reclamada por distintos foros académicos -entre ellos la Real Academia de Córdoba, que la invitó el curso pasado a su ciclo de entrevistas en directo-, Blanca del Rey se dedica a dar conferencias dentro y fuera de España. Y cuando no está repartiendo saberes y experiencias, cosa en la que la bailaora, dotada de una mente proclive a la filosofía y un pico de oro apabullante, es también maestra, se entretiene en recoger los innumerables premios y distinciones que le están llegando en este tiempo de cosecha.

En el homenaje del sábado en una Montilla con aroma de vendimia estará acompañada, junto a sus anfitriones flamencos, por otra artista -montillana de pro- que ha roto barreras con un estilo pictórico que seduce por su falsa transparencia, entre el hiperrealismo y una simbología irónica y muy intelectual. María José Ruiz, de tan creciente proyección que años ha tuvo que cambiar su estudio en el pueblo por otro en la plaza de las Tendillas, ha paseado su obra por toda Europa. Y sigue fascinada, como Blanca, por las vías de investigación que les abre el arte. El mismo arte que propiciará una noche inolvidable.