Las dos casas son las que no tienen la Real Academia y el Ateneo en Córdoba, que es la ciudad que lo padece pero no se involucra en el problema; las dos entidades culturales más importantes, sin local propio; no se hace gran cosa por solucionarlo. Es más, todo lo contrario, como si el problema estuviera manipulado por la envidia: ponen palos en las ruedas quienes en vez de respetar a la Academia, por ejemplo, respiran rencor por no ser académicos o por no entender lo que son estos, lo que somos.

El Ayuntamiento, la Diputación y la Junta se desentienden, más allá de las cortas subvenciones, de lo que hacen estas dos entidades en favor de la cultura, del arte. Ignoran que son los principales actores en Córdoba, que tendría mucho menos sin ellas, al margen de las importantes aportaciones del Círculo de la Amistad y de la Universidad.

Es cierto que la Administración subvenciona algunas publicaciones y premios del Ateneo pero jamás le ha hecho un ofrecimiento serio de local.

Hace tiempo tuvo el cobijo de Bodegas Campos y estos últimos años ha disfrutado casi en precario un local conseguido por Elena Cobos, tan eficaz gestora como buena editora.

Pero el precario se acabó y nuevamente estamos sin paredes ni techo.

La Academia anda también de prestado porque el Ayuntamiento no solo no le ayudó, sino que sembró de obstáculos su camino: primero dejándola inerme y vencida por las termitas del edificio municipal de Ambrosio de Morales y segundo dificultando con obstáculos administrativos, hasta hacerla prácticamente inviable, la conclusión de la obra en su edificio propio en la misma calle.

Es verdad que de haber tenido más fortuna el señor Criado Costa, de haber aprovechado mejor lo que la Academia recibió durante su mandato, hoy no tendríamos problema; el edificio propio que hoy está al setenta y cinco por ciento estaría terminado. Porque recibió de la Cajasur de Castillejo dos casas, por la herencia de Teresa García Moreno tres pisos, por el legado Camacho Padilla varios millones. Nunca recibió la Academia tanto en sus más de dos siglos de existencia.

Pero a diferencia del señor Criado, que se conformaba con el exilio, y con empaquetar y dispersar documentos y libros, la junta rectora actual está trabajando de firme por dotar a la institución de algo tan primordial como un local propio. La creación de una fundación para abrir la puerta a la financiación es una prueba.

Es evidente que la ciudad, con independencia de sus órganos administrativos debía hacer algo, pero no lo hace.

Desgraciadamente nuestra ciudad es demasiado agraria y nuestros agricultores y ganaderos tienen tan cortos horizontes que no van más allá del agua y de las siembras y las cosechas. Si cae mucha y estas son muy rentables, nada de nada. No aportan a la sociedad ni un euro más allá de los que le saquen de su bolsa prieta los impuestos.

¿Y los joyeros? Narro por ejemplar el caso de uno muy principal que pagaba una cuota insignificante en una asociación cultural y pretendía que ésta le regalase libros por diez veces el valor de su cuota.

Los empresarios cordobeses están desconectados de las necesidades culturales de los ciudadanos. Recuerdo que cuando nuestra orquesta tuvo en vilo su propia existencia se les citó a una reunión para tratar del grave problema y no asistió ni uno. Ni uno.

Surgirían locales por doquier si se tratara de cofradías de Semana Santa o de campeonatos de dominó. Córdoba, la cuna de Séneca, ciudad de folclore.

* Escritor. Académico numerario de la Real de Córdoba