Son palabras de Marx: «Los archivos que hubieran podido documentar estos actos terribles e indicar el nombre de los responsables fueron destruidos o incluso no se llegaron a crear». Así lo reconoció el cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Munich, en los casos de abusos a menores en Alemania, durante la cumbre celebrada en el Vaticano por iniciativa del papa Francisco, al cual se le reconoce la valentía por reunir a las conferencias episcopales de todo el mundo para tratar sobre ese asunto, pero si eso debe figurar en su «haber» en el «debe» habrá que colocar sus palabras tras la intervención de Linda Ghisoni: «Invitar a hablar a una mujer no es entrar en la modalidad de un feminismo eclesiástico, porque todo feminismo acaba siendo un machismo con falda». Parece que Francisco aún no sabe en qué consiste el feminismo y lo que ha representado para nuestra historia democrática, en especial en todo cuanto tiene que ver con la igualdad.

Durante algún tiempo parecía que la pederastia en el clero era algo de otros países, pero ahora asistimos a una sucesión imparable de casos en España. En 1997, cuando publicó su obra Pretérito imperfecto, Carlos Castilla del Pino narraba lo que ocurría en los salesianos de Ronda, donde los curas tenían su «preferido» o «predilecto», objeto de atención especial durante las horas de estudio, y explica cómo los demás alumnos «veíamos cómo el curilla o cura le acariciaba el mentón, el cabello, le dedicaba miradas de auténtica ternura, le susurraba, muy cercano al rostro, palabras que no lográbamos entender» y por la noche, «el superior se iba a la cama del preferido y... comenzaba un jugueteo de manos bajo las mantas, al tiempo que se oía el murmullo de las palabras que entre el superior y el niño se cruzaban». En los últimos años, y más aún en fechas recientes, hemos podido escuchar en diferentes medios de comunicación relatos de afectados por los abusos, si bien la iglesia española no parece que esté a la altura de la de otros países en cuanto a su reacción.

Claro que también habría que preguntarse por la actitud de esos católicos que en los últimos años han salido a la calle para protestar contra determinadas leyes, a veces con la protección de la infancia como principio, y sin embargo no claman contra los abusos del clero. El 18 de junio de 2005 hubo diecinueve obispos en la manifestación convocada por el Foro español de la Familia para protestar contra la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, y ese mismo año, el 12 de noviembre, hubo una manifestación en contra de la Ley de Educación, y en particular contra la asignatura de Educación para la ciudadanía con la participación de siete obispos. En ambos casos estuvo el obispo de Tarazona, hoy en la diócesis de Córdoba, Demetrio Fernández. Este, tan dado a comentar acontecimientos políticos en sus cartas, sin embargo no opina sobre lo ocurrido en el seno de su iglesia. Los obispos españoles también expresaron su apoyo a las protestas contra la legislación sobre el aborto en 2009, en concreto la Conferencia episcopal defendió la manifestación convocada el 17 de octubre, pues afirmaban que la aprobación de la nueva ley «supone un retroceso en la protección del derecho a la vida de los que van a nacer». Defienden a los no nacidos, pero se olvidaron durante años de los niños que sufrían acosos y abusos por parte del clero. Por eso me pregunto por dónde están esos miles de católicos que tan decididos salían a la calle para proteger a la infancia. Me recuerda a lo que se coreaba en las manifestaciones de los primeros momentos de la Transición, cuando se planteaban distintas reivindicaciones y gritábamos: «¡Dónde están, no se ven, las banderas de UCD!». Ahora, a esos católicos tan preocupados por los niños, ni se les ve ni se les escucha.

* Historiador