La abstención de la izquierda moderada y el combo de Puigdemont, Torra y el procés han traído unos resultados que no auguraban las encuestas, pero que quizá se hayan fraguado en la última semana, cuando los votantes han visto que Vox podía salir. Nadie quiere tirar el voto, pero si ve posibilidades de que se traduzca en hechos, prima la libertad y el cumplimiento del deseo, o, mejor dicho, del cabreo, de un enorme cabreo que los otros partidos no han sabido entender. Cabreo por lo que pasa en Cataluña, por los largos años de gobierno del PSOE-A, por un Gobierno central de apoyos inciertos. Los periodistas no nos habíamos olido este avance tan enorme de Vox, y si los políticos lo habían hecho --parece que el PP de Pablo Casado sí--, se guardaron mucho de comunicarlo. Andalucía da un vuelco, ya veremos en qué se traducirá.

Lo que está claro es que la abstención ha sido un castigo para el PSOE y tiene mucho que pensar sobre ello. La evolución es clara. En el año 2008, el 72,67% de los andaluces acudió a las urnas para decidir la composición del Parlamento de Andalucía. Ganó Manuel Chaves con 56 escaños, mayoría absoluta para el PSOE pese a que Javier Arenas, candidato del PP, pegó un enorme tirón electoral y obtuvo 47 parlamentarios, diez más que en el 2004. Completaban la cámara andaluza los seis representantes de IU-CA con Diego Valderas, pues por lo visto los populares habían arañado cinco escaños al PSOE y otros cinco al Partido Andalucista, que desapareció del parlamentarismo andaluz y todavía no ha vuelto. Viendo los datos del 2008, y los del 2012, se aprecia el arco de los resultados electorales gordito y rebosante en el rojo socialista y el azul popular, y unos restillos de colores para las otras izquierdas y el andalucismo (que no para las derechas, pues la gran novedad de las últimas citas electorales es que el PP ya no acumula todo el espectro desde el centro liberal hasta la derecha hiperconservadora) que debía saber a gloria bendita a los grandes partidos. Ya en el 2012, para terminar con las cifras, la participación en Andalucía se redujo al 60,78%, y ganó el PP de Javier Arenas por 50 escaños frente al PSOE de José Antonio Griñán, que se quedó en 47 y gobernó tras pactar con los 12 que consiguió IU, también con Valderas. Tras la renuncia de Griñán, Susana Díaz convocó elecciones en marzo del 2015 y la participación subió un poquito, hasta el 62,56%. Ya saben los resultados: 47 escaños el PSOE, 33 el PP, 15 Podemos, 9 Ciudadanos y 5 IU.

Pues ayer, cuando a las seis y pico se supo que la participación andaba por el 47,4%, cuatro puntos menos que en el 2015, saltaron las alarmas, con especial preocupación en el PSOE, pues ya se sabe que el electorado de la derecha siempre está más movilizado. ¿Dónde están los votantes? ¿Estarán recogiendo aceituna, vendrán a última hora? Córdoba siempre tiene una participación superior a la media, y a las seis de la tarde alcanzaba el 48,9%, un pelín más en la capital... Al final, el dato de participación se quedó en el 58,6%. Los electores socialistas no salieron de casa, sí lo hicieron los de Ciudadanos, que han doblado escaños, y lo hicieron los del PP, aunque sea para votar a Vox. Vuelco inesperado en Andalucía, que queda pendiente del cordón sanitario que propone Susana Díaz frente a la «extrema derecha» y, muy especialmente, de los pasos que dé Juanma Moreno, que anoche ya asumía el papel de presidenciable. A ver qué cambio van a traer PP y Ciudadanos a Andalucía con esos aliados y qué puerta piensan abrir en la política nacional.