Hasta la llegada del maldito coronavirus no tenía a nuestro presidente del Gobierno por aficionado a los toros. La gestión de la crisis ha puesto de manifiesto su amplio conocimiento de algunas de las variadas suertes taurómacas. Lejos de coger al toro por los cuernos ha preferido llevar a cabo un ejercicio de tancredismo que puede dar la puntilla a España.

En las últimas semanas hemos asistido a una errática estrategia gubernamental que vaiveneaba entre el negacionismo y la incapacidad para afrontar una situación cuyas consecuencias --tan inevitables como previsibles-- bien pudieran haberse atenuado. Los más malévolos achacan la inacción del presidente a su tendencia a dar la espantada y esconderse tras el burladero. José Álvarez Juncal -genial personaje creado por Jaime de Armiñán- ahuyentaba el temor recitando frente al espejo sinónimos de «miedo». Recelo, rescoldo, aprensión, cuidado, sospecha, desconfianza, cerote, medrana, pánico, cangui, canguelo, julepe, jindama, pavor, mieditis, espanto, terror, susto, horror y repullo, eran su antídoto contra la parálisis. Pedro, que tanto gusta de mirarse en el espejo, bien pudiera tomar nota, apretarse los machos y echar «la pata p´alante». Es cierto que su cuadrilla tampoco ayuda, pues la mayoría de los ministros se dedican a ver los toros desde la barrera. Algunos optimistas pensaban que el vicepresidente se había cortado la coleta, pero ha reaparecido para torpedear el Consejo de Ministros. Tras negarse a echar un capote, ha tomado el olivo. Desde que vive en el cortijo le falta mano izquierda.

Quienes minimizaban la pandemia alentando la ocupación de las calles, ahora las quieren expeditas para poder pasear al perro. Dicen en su descargo que es muy fácil hablar a toro pasado, pero a la vista de cómo estaban las cosas en Italia no es descabellado decir que nuestro gobierno ha tardado demasiado en meterse en faena. Iba camino del tercer aviso. Hasta el pasado sábado, la medida más audaz que alumbró el Boletín Oficial del Estado fue la publicación de los precios de venta de las labores del tabaco. Ahora hablan de que van a inyectar doscientos mil millones de euros, pero me temo que es mucho dinero para tan pocas jeringas. La situación es grave, y hay quien se tiraría por el balcón de no ser porque andan repletos de gente aplaudiendo.

Las autoridades sanitarias recomiendan que a los mayores se les dispense este tiempo una mayor atención, pero el Rey de España ha echado de casa a su padre. Al parecer se arrimaba demasiado.

* Abogado