Estoy a punto de finalizar un trabajo consistente en la recopilación de las entrevistas a Niceto Alcalá-Zamora en la prensa española (y algunas de Argentina) entre 1914 y 1939. En conjunto, nos permiten reconstruir una parte de su biografía a través de lo que explica en primera persona sobre su vida política, si bien desde un punto de vista formal las entrevistas responden a diferentes modelos. En La entrevista periodística, un libro de mi amigo Antonio López Hidalgo, colaborador de este diario, he aprendido la tipología de las entrevistas. Si bien nos dice que es un «género autónomo», también puede servir «de complemento a otros géneros, tales como la crónica o el reportaje». Y en efecto eso es lo que he encontrado en una realizada a don Niceto en el Heraldo de Madrid. La hizo un periodista sevillano, Juan González Olmedilla, y apareció a lo largo de los días 6, 7, 8, 9 y 10 de junio de 1932. Don Niceto había salido de Madrid el 3 de ese mes para pasar unos días en su finca de Priego, La Ginesa, donde buscaba descanso para su esposa. Había orden de que ningún periodista se acercara hasta allí, pero Olmedilla consiguió entrar en la finca, por un procedimiento que no viene ahora al caso. Su reportaje comienza de manera curiosa, pues narra cómo nadie sabe decirle cómo se llegaba hasta el pueblo del presidente: «Ni en el despacho central de la Compañía M.Z.A., ni en la mismísima estación del Mediodía, ni siquiera en el palacio de Comunicaciones, sabían con la exactitud conveniente, al siguiente día de haber marchado a Priego su excelencia, por dónde podría irse desde Madrid a Priego». Consigue llegar tras viajar en tren desde Madrid a Córdoba, y en un autobús a Granada, que lo deja en el acceso a la finca de don Niceto.

Una vez allí, y sobre todo por la mediación de su esposa, el presidente accede a mostrarle cómo se desarrolla su vida en el campo, le describe el lugar, le enseña sus árboles y sus gallinas, incluso acude a una misa con él. Olmedilla le promete que explicará las circunstancias que le permitieron llegar a la finca, pues lo habían intentado, entre otros, Corpus Barga y José Mª Salaverría, y le pide referencias para acudir a Priego y entrevistar a vecinos y amigos del presidente, también le comenta el mal estado de la carretera hasta llegar a La Ginesa, y don Niceto le contesta: «¡Pues todavía le queda a usted lo peor, de aquí a Priego! Verá que mal trago es el de Angosturas... Como la carretera está abierta a tajo en donde y como se pudo y tiene curvas de verdadero peligro sobre todo para los coches grandes. Yo le había pedido a nuestro Indalecio Prieto el favor de que viera si ese paso de Angosturas tiene arreglo, no por mí que con ir y venir por el lado de Córdoba me evito esas Termópilas, sino por los que tienen forzosamente que pasar por ahí en carros o en autos. Don Inda me prometió ocuparse de ello, y hasta dio algunas órdenes por telégrafo. Un día va a haber una desgracia». (Indalecio Prieto ocupaba la cartera de Obras Públicas, desde diciembre de 1931, en el Gobierno presidido por Azaña, tras la remodelación llevada a cabo una vez que Alcalá-Zamora fue elegido presidente de la República.

Quienes hayan viajado alguna vez por la zona conocerán esa carretera de las Angosturas, tan bella como peligrosa. Pues bien, la pasada semana recogía este diario la noticia de que el alcalde de Priego iba a pedir una «reunión urgente» con el nuevo presidente de la Junta de Andalucía para tratar varios proyectos referentes a su localidad, «especialmente el desbloqueo de la variante A-333 a su paso por las Angosturas, que debería salir a licitación en las próximas semanas». Desde 1932 ya ha corrido mucha agua por las Angosturas, esperemos que el resultado de esa reunión sea más fructífero que los telegramas de don Inda.

* Historiador