Joaquín Cortés vuelve hoy a actuar en España, concretamente en Madrid, después de tres años sin dejarse ver ni aplaudir en su país, tiempo que ha aprovechado para hacerlo fuera, donde se lo rifan, y hasta para participar como jurado en dos talents shows televisivos en Italia y Portugal. Hasta el próximo día 25, el bailaor cordobés desplegará sobre el teatro Rialto de la capital de España su mejor Esencia, que es como ha titulado su nuevo espectáculo debido a que, según explicaba en una entrevista a la agencia Efe, ha querido eliminar todo lo accesorio para concentrarse en lo importante. Y para él lo importante es «el perfume de Cortés», el aroma de treinta años de un baile muy personal, lleno de energía y amor propio, que gusta tanto como a veces irrita la persona que lo ejecuta.

Y es que, después de leer las citadas declaraciones -y mucho antes, porque esta periodista lo entrevistó cuando empezaba y ya apuntaba maneras de divo- quedan dos cosas claras en su propia voz: lo poquito que se quiere en España a la cultura en general y a él en particular, y lo encantadísimo que está Joaquín Cortés consigo mismo. «Tendría que haberme ido fuera, me tratarían mejor (...). ¿Por qué gente como yo, que llenamos sitios de 10.000 asientos, luego España no tiene para pagarles», se pregunta en una sintaxis mejorable -y perdonable, porque es bailaor y estupendo en lo suyo, no lingüista-. Y añade que aquí «solo interesa el fútbol, Ronaldo y Messi». Acto seguido, sin embargo, reconoce que también interesan otras cosas, su danza magistral por ejemplo, dicho sea sin ironía, pues asegura sentirse muy contento con su carrera, iniciada con 14 años al ser admitido en el Ballet Nacional de España, del que un trienio después llegó a ser primer bailarín. Una carrera que por mucha resonancia internacional que tenga se gestó y lanzó desde esta piel de toro que según él no lo valora como debería, a pesar de haber convertido su nombre «en una marca en el mundo», en el sello inconfundible de quien se autotitula «pionero de la fusión».

Entiéndaseme, no quito méritos a una figura considerada en diversas listas especializadas como uno de los mejores bailarines del siglo XX. Ni a quien, como «gitano universal», fue nombrado en el 2006 Embajador del Pueblo Romaní por el Parlamento Europeo, donde pronunció un emotivo discurso expresando su defensa de los de su raza, causa para la que ha creado la Fundación Gitana Joaquín Cortés. Nadie duda de la valía de este hombre que, enamorado de la imagen, incluida naturalmente la suya, ha hecho cine y publicidad cada vez que se lo han propuesto y lo ha hecho bien sin ser profesional de estas lides; ni de quien da lo mejor de sí mismo sobre el escenario. Pero fuera de él, debería tener más contención y no perderse por la boca; dejar que sean los demás quienes lo piropeen, en lugar de envolverse en autoelogios que en vez de ensalzar su arte dejan vislumbrar una inseguridad que no se entiende a estas alturas.