José Luis Sampedro, quien fuera economista muchos años, encantador siempre, adelantado de los indignados, literato de toda la vida pero de expresión tardía, recordado en sus obras que mantienen viva la actualidad del pensador, nos ofrecía en su libro Cuarteto para un solista un ensayo novelado en el que el protagonista, un viejo profesor, decide apearse de la realidad y retirarse a un centro de reposo en el que empieza a soñar con los cuatro elementos: la tierra, el fuego, el agua y el aire, dotándolos de voz y recorriendo con ellos la historia de la humanidad. «El mundo, el cosmos, --que tambien incluye el caos, el desequilibrio-- sigue adelante y nosotros estamos en él, pero lo que me perturba es que los hombres no estemos del todo humanizados, civilizados. La técnica y la ciencia han evolucionado mucho, pero seguimos sin saber convivir en el planeta los unos con los otros», subraya el escritor. Es cierto. La reflexión nos viene como anillo al dedo, ahora que la cordobesa feria de mayo alcanza su cenit y nos sumerge en esa alegría colectiva que incluye una buena dosis de magia, de diversión, de encanto y de brindis al alcance de todos. Como sugería José Luis Sampedro, la técnica tiene que humanizarnos. Por eso, la feria tiene entre sus objetivos una diversión que nos humaniza y, ojala, nos civilice. Necesitamos sentirnos vivos, cargar las pilas de la ilusión, reír con optimismo y convivir con sentido de pueblo que camina sin detenerse, superando obstáculos y atravesando montañas. La feria enciende las antorchas de la fantasía y envuelve a sus visitantes en ese clima apto para sentir y compartir, para soñar y caminar. Me vienen a la memoria unos versos del poeta Angel Sanz, invitándonos a la luz: «Abre la ventana,/ abre los ojos,/ abre el corazón./ Y canta, salta, ríe./ Alégrate». La feria nos ofrece en el ancho escenario del Real, esa diversión que humaniza, hermana, comparte y proyecta sueños no del todo imposibles. Sueños que nos invitan a soñar despiertos.

* Sacerdote y periodista