Se les olvida que la maldición de Oscar Wilde puede cumplirse. Imaginemos que el Estado español un día se da cuenta de lo fácil que es ser Dios en lugar de estar siempre desempeñando ese triste papel de mendigo con un sempiterno e injustificado sentimiento de culpa. E imaginemos que ese día el Estado, en efecto, asume su papel de Dios. Bien, pues ese día se les caerá el cielo encima. La conocida (al menos en economía) como maldición de Oscar Wilde dice que «cuando los dioses nos quieren castigar escuchan nuestras plegarias»; es una frase que el escritor irlandés pone en boca de su personaje sir Robert Chiltern en la obra de teatro Un marido ideal. ¿Qué pasaría si, en vez de negar y negar y negar el referéndum de autodeterminación, el Estado fuera capaz de reformar legalmente la Constitución para que recogiera ese derecho que los separatistas imploran con tanta vehemencia? Si el resultado fuera que no, aquí paz y después gloria, pero si el resultado fuera afirmativo, no sería descartable que, ahora sí, la mayoría de las empresas autóctonas y multinacionales emigraran a otros lugares del país desde el día siguiente, y que la población más preparada, más formada y con más perspectivas de prosperar hiciera igual. Bien, en ese caso los dioses (el Estado) habría escuchado sus plegarias y se cumpliría la maldición de Oscar Wilde. ¿Qué más nos da la conservación de unos territorios cuando lo que cuenta son las personas, la riqueza y el valor añadido que contienen, y que pueden trasplantarse más o menos fácilmente con un pasemisí pasemisá de la globalización? Y, por supuesto, una vez la vacuna inyectada y vistos los resultados, habría que proponer lo mismo al resto de territorios cuyos políticos o parte de la población andan siempre dando la lata con el mismo erre que erre. Como de los escarmentados nacen los avisados, según el refrán, no creo que el resultado se reprodujera. Porque, seamos valientes, reconozcamos que no van a cejar nunca en su monserga, y este aburrimiento, esta cólera que nos provocan, ha de terminar ya. Quizás el método sea hacer que los dioses escuchen sus plegarias. Y que se atengan a lo que pase.

*Escritor