Lo han dicho por la tele: que como medida de protesta todo el mundo vaya al cajero y saque todo el dinero que quiera o, para dejar claro lo simbólico del gesto, retiren 155 euros. Casi se le escapa una sonrisa imaginando que tuviera esa cantidad en la cuenta. Sería un festival disponer de tanto excedente. No, ni aunque quisiera protestar, no podría hacer la cola para retirar ni un céntimo. Hace tiempo que su libreta es como el café con leche cuando le echas la madalena. Cada ingreso que entra es absorbido de inmediato por los recibos a la cola que esperan ser cobrados.

La renta mínima apenas le sirve para poder pagar el alquiler, el agua, la luz. Para comer tiene todo un circuito que consiste en hacer cola cada dos semanas en Cáritas, recorrer todos los supermercados para encontrar ofertas que se pueda permitir, rescatar de las paradas del mercado a última hora la fruta y la verdura que el vendedor tiraría pero le guarda. Y paciencia, la pobreza requiere mucha paciencia y organización militar, sobrevivir con lo mínimo cada día e ir tirando.

En la televisión hablan de la medida de protesta y la hacen sonreír. Sobre su situación, no hablan nunca. ¿Qué quieres? Hace tanto que dura que qué van a hacer. ¿Estar sacando todos los días a un pobre para que cuente sus miserias? ¿Quién quiere salir a explicar penurias? Más importante todavía, ¿quién quiere escuchar esos relatos de carestía? Así, ya de buena mañana, mientras mojan la madalena en el café con leche. Resultaría hasta de mal gusto. La mujer ya ni se acuerda de la época bn que no era pobre, pobre. Iba justa, le costaba llegar a final de mes, pero es que ahora le cuesta empezarlo. Como tantos otros. ¿Qué vas a hacer?

El de la barba dice que ahora vamos muy bien y ella espera a ver si lo nota pronto. Los de aquí dicen que todo se solucionará cuando hayamos llegado, todos juntos, un solo pueblo, al objetivo final. Ya le gustaría creérselo, ya, pero los observa y se da cuenta de que van bien vestidos, bien alimentados, bien contentos a pesar de estar enfadados y le cuesta sentirse formando parte del mismo grupo que ellos, la gente, que somos buena gente, el pueblo.

Ya ves, ellos tienen dinero para gastarlo en banderas y pagarse el billete de tren o del autocar para ir a manifestarse. Ella hace tiempo que apenas sale del barrio. ¿Cómo será ir de aquí para allá sin restricciones porque el precio de un viaje en tren no es un impedimento para ir donde uno quiera? De repente siente algo de culpa. Le gustaría reavivar su patriotismo, ya decidiría con cuál de los dos se queda una vez reavivada la llama, pero tiene otras cosas en la cabeza. Como que ahora empezará el frío y tendrá que encontrar formas más baratas de calentarse.H

* Periodista y escritora