Esta semana se ha vuelto a reactivar la bronca política en el entorno de la educación pública por la intención de Podemos de desactivar la religión del plan curricular, la polémica del «pin parental» o lo que debe o no debe explicarse en clase sobre sexualidad. Mientras contemplamos el barrizal en el que vuelven a pelearse los «hunos» contra los «hotros» (permítanme un pequeño guiño a Unamuno), un grupo de estudiantes del instituto Alvarez Cubero de Priego de Córdoba nos ha dado un ejemplo de educación, solidaridad y empatía a padres hipersensibles y políticos petardos. Un comportamiento digno de un elogio, y es lo que me propongo hacer aquí y ahora. Resulta que tres limpiadoras del referido instituto, y medio centenar de otros pueblos de la comarca, llevan cuarenta días en huelga para reclamar sus derechos, que no son otros que cobrar por su trabajo, ya que les deben los meses de noviembre, diciembre y la paga de Navidad. A pesar de no haber cobrado todavía, Dori, Sagrario y Agustina, las limpiadoras de Priego, decidieron volver al tajo. Ya se podrán imaginar, después de un mes sin limpieza, cómo podían estar aulas y pasillos del centro. Pero, al reincorporarse al trabajo, las tres mujeres se han encontrado las clases limpias, barrido el suelo y las papeleras vacías y un mensaje escrito con tiza en las pizarras de todas las clases que decía: «Por la dignidad de nuestras limpiadoras, hemos retirado la basura ¡No os sintáis solas!» y bajo la leyenda una ristra de corazones de trazo infantil. Los chicos y chicas, de entre doce y trece años, decidieron voluntariamente ponerse manos a la obra, relata orgulloso el director del centro, y no es para menos con alumnos así, como también deben sentirse sus padres. Hicieron zafarrancho de limpieza, y escoba en mano se pasaron toda una mañana metidos en faena para hacer más llevadera la vuelta de quienes llevan años trabajando para ellos. Cuando las tres mujeres llegaron al instituto el pasado miércoles, emocionadas por la sorpresa, a pesar de que aún no han cobrado un pavo, dicen que tal recibimiento les ha dado, además de una grandísima alegría, ánimo para seguir adelante con su tarea y con su lucha, que no será en vano, pues han dado una importante lección de vida a los adolescentes que les han mostrado cariño, respeto y dignidad. De nada sirve acumular conocimientos (para eso ya está Google) si no aprendemos a respetar a los demás y a saber agradecer lo que otros hacen por nosotros. Estos chicos nos enseñan que nadie puede tener una buena vida sin recibir los cuidados del prójimo. Manos que no dais ¿qué esperáis?, era una frase que oía decir a mi madre cuando la ocasión lo requería. Por cierto, la subcontrata de limpieza que no les paga es Tempo Facility, una empresa catalana que no se pone al teléfono.

* Periodista