La Historia, titán del tiempo y maestra de la vida, nos enseña, sin desmayos, cómo las grandes epopeyas se distinguen y se singularizan por los símbolos que la ennoblecen y las dotan de una identidad vernácula e irrepetible.

La Guardia Civil que está celebrando este año el 175 aniversario de su fundación, pertenece por derecho propio a ese conjunto de concurrencias de acontecimientos y hechos que hunden sus raíces en la memoria de muchas generaciones de españoles de bien que, desde su principio, la han admirado por haber sido protagonista de unas asombrosas páginas de nuestro pasado y presente que son imposibles de retraerlas de la historia, esa que nunca prescribe y que, según un aforismo latino, es fuente de experiencia y está ahí inconmovible, cierta, por mucho que algunos se empeñen en ignorarla, ocultarla y falsearla.

Sus componentes, desde aquellos primeros reclutados por su fundador, que llevaban las hombreras, no de tela, como era habitual en la milicia, sino de cordón trenzado, con objeto de que pudieran emplearse para maniatar a dos delincuentes más que con las manijas reglamentarias, y que realizaban las conducciones de presos andando a través de largos y peligrosos caminos, a pesar de que en su dilatada trayectoria cambiaron los tiempos, los componentes culturales, los contextos sociales y hasta los valores, fueron afrontando con disciplina y gran derroche de abnegación inquebrantable un proceso de adaptación y modernización hasta hacer de ella una Institución policial modélica en el mundo y la más popular de todas en España; y el instrumento empleado para la formación debida fue un sencillo prontuario, válido para hoy, que contiene un código de conducta en el que se exponen una serie de principios a seguir: «la Cartilla del Guardia Civil».

A partir de ahí, son muchas las generaciones de guardias civiles cuya filosofía de servicio está inspirada en aquella sabia «Cartilla» en donde el Duque de Ahumada desarrolló su idea haciendo hincapié en aspectos como el honor, la honradez, la cortesía, la disciplina, la austeridad, la lealtad, la capacidad de sacrificio, el talante benemérito, vida callada y trabajo incansable, que desde entonces han formado parte de su ADN, en el alma y el corazón de todos ellos, heredando y desbrozando a los que los siguieron, creando, sin solución de continuidad, una cadena de relación impregnada de compañerismo y lealtad que los mantiene unidos para la acción, y para siempre, ya que el guardia civil, ni aún retirado del servicio, deja de serlo jamás.

Desde su fundación ha sido el elemento básico para el desarrollo de España; su contribución en sangre es el testimonio más fehaciente de su trayectoria histórica al servicio de los españoles, de su paz y prosperidad. Su naturaleza castrense ha ido más allá de la simple eficacia, se podría decir que este género militar le ha servido para garantizar la independencia política y, por esta consecuencia, ha podido sobrevivir, al servicio de la nación, pasando por el tamiz de una Monarquía Constitucional, Repúblicas democráticas y dictaduras, con anuencia de los gobiernos de distintos colores que, con más o menos acierto, condujeron a España. Y aunque muchos la quieran tener muy lejos, algunos tales como los separatistas de Cataluña, por no poderla moldear a su gusto, y que no le rompan sus esquemas, como con la «Operación Judas», necesitan, que no ejerzan dentro de la Región, tratando de evitar así que el Estado de Derecho, que ha de garantizar la unidad de España, y la convivencia entre catalanes, le responda con la Ley; porque todos sabemos que es un gran Cuerpo cuando es un pronóstico feliz para el afligido en inundaciones, incendios, epidemias y otras calamidades públicas, cuando combate la delincuencia común, cuando combate al separatismo y cuando combate la corrupción, pese a quien pese; y el guardia civil también sabe el porqué de esa inquina, ya que el artículo sexto de la aludida «Cartilla» le dice: «No debe de ser temido sino de los malhechores, ni temible sino de los enemigos del orden».

Motivado por la festividad de su Patrona que los ampara, la Virgen del Pilar, deseo transmitir mi felicitación a todos los componentes de esta Benemérita Institución y a sus familiares, con la petición de que sea Ella, Nuestra Señora, la que los guie en sus actuaciones con la «dignidad, prudencia y firmeza» que siempre les ha caracterizado.

* Magister Univ. en Criminología