La canciller alemana, Angela Merkel ha dicho aquello de «los votantes nos han dado un mandato, y tenemos que ejecutarlo». Pero no están las cosas fáciles para la ganadora de las elecciones. Los alemanes votaron por la estabilidad personificada en la líder cristianodemócrata, y aparentemenrte le han dado la venia para su cuarto mandato, pero para ello deberá alcanzar unos acuerdos que se anuncian muy complicados. A pesar de que su victoria estaba anunciada, la apertura de las urnas ha proporcionado una sacudida de mucha consideración. La CDU, el partido de Merkel, ha obtenido su peor resultado desde el lejanísimo 1949, con un 33% de los votos, ocho puntos menos que en las elecciones del 2013. El socialdemócrata SPD que ha gobernado en coalición con los cristianodemócratas lograría el peor porcentaje de su historia, un 20,5%. Juntos, pasarían de tener el 67% de los votos al 53%, lo que es un duro castigo a los dos grandes partidos y una dura lección para el líder socialdemócrata, que ya ha anunciado que el SPD no participará más en la llamada «gran coalición» de gobierno.

El gran beneficiario de esta desafección a las formaciones clásicas es la ultraderechista AfD, que entrará en el Bundestag como tercera fuerza. No es la primera vez que la extrema derecha entra en el Parlamento después de la segunda guerra mundial, pero sí será la primera vez que una formación con un ideario radical lo haga con tanta fuerza, el 12,6% de los votos y 94 escaños. A este auge habrá contribuido sin duda lo que se consideraba una victoria cantada de Merkel que facilitó la abstención de votantes seguros, pero el resultado merece un análisis más profundo.

El malestar que se ha manifestado en otras elecciones en países europeos también existe en Alemania. Su economía es boyante como ninguna en la UE, pero la realidad es que la riqueza resultante está cada día peor distribuida. Si a ello se suma la demagogia sobre los refugiados, el resultado es el aumento del xenófobo AfD, que nació en el 2013 para oponerse al euro y ha encontrado en la islamofobia un filón electoral.

El SPD se suma a los partidos socialistas europeos en su hundimiento, que parece irreversible. La gran coalición de esta formación con la CDU ha sido para los socialdemócratas el abrazo del oso. Las medidas sociales adoptadas por el Gobierno ahora saliente respondían en buena parte a postulados del SPD, pero, como ocurre en las coaliciones, el partido mayor es el que saca ventaja.

A Merkel, si los socialdemócratas se mantienen en su rechazo, le queda la opción de negociar con los liberales, que han vuelto al Parlamento, y con los Verdes. Esta opción es problemática por las diferencias en cuestiones clave entre los dos socios pequeños, entre ellos, y entre ellos y la CDU. Vienen largas y complicadas negociaciones.