Por diez millones de euros, cualquier español vende a su madre». Así, literalmente, he podido escuchar recientemente en un diálogo de una conocida serie española actual que emite su tercera temporada y en la que, de nuevo, los protagonistas son los antihéroes y los antagonistas (que deberían ser los héroes) pasan por ser los que presentan oposición al antihéroe. Vamos, para entendernos, que los malos son los buenos. He dicho antes «de nuevo» porque ya tuvimos un paradigma en Torrente y otros que le han seguido con mayor o menor fortuna. A diferencia de lo que se nos presentaba en Torrente, un tipo realmente vulgar, nauseabundo, sin fundamento ético alguno, ávido de sexo, acompañado de un grupo de seres igual de repugnantes que su líder, torpes hasta el extremo; en esta ocasión se nos presenta un antihéroe culto, inteligente, estratega hasta más no poder, elegante hasta cierto punto (porque como él mismo dice, para llevar camiseta interior de tirantes tienes que ser Marlon Brando), con una sensibilidad y mundo emocional algo escondido pero «haberlo haylo» y con un grupo de colaboradores preparados en múltiples competencias (sin que hayan hecho Bachillerato ni carreras universitarias) y que cumplen a rajatabla y en el tiempo exacto todas y cada una de las instrucciones de, en este caso, su líder. Qué diferencia, ¿verdad?

«Por diez millones de euros, cualquier español vende a su madre». Algunos dirían que algunos incluso hasta por muchísimo menos. Lo curioso es que este enunciado del diálogo en la serie lo pronuncia una mujer (que bien podría ser madre aunque en la serie no se ofrece este dato) y que además forma parte de la banda de los que deberían ser los «buenos», los héroes, que solo están preocupados porque no salgan a la luz las cloacas más profundas del Estado. Mientras tanto, en la banda de los «malos», de los antihéroes, que reparten dinero a espuertas entre la ciudadanía a lo Robin Hood, hay dos madres, una de ellas además está al cargo de su propia madre con Alzheimer. Para rematar el asunto, todo este grupo es el que recibe el aplauso del pueblo, el beneplácito a cada una de sus acciones. La cuestión es la siguiente: ¿refleja esta trama la situación real de nuestra sociedad española actual? Hace no mucho nos volvimos a despertar con el escalofriante dato real de que España sigue siendo uno de los países más corruptos del mundo. Nuestros políticos han conseguido en las últimas semanas que nos desconectemos definitivamente de ellos (porque ellos ya hace mucho más tiempo que se desconectaron de nosotros) mientras se pelean como en una cena de los idiotas por las carteras ministeriales. Ascienden imparables los partidos de ideologías extremas que aprovechan la desesperación de los ciudadanos para alcanzar un poder que muy presumiblemente nos va a conducir a años pretéritos. El resto de partidos pactan con unos y con otros sin que importe ya demasiado el programa que cada uno lleva y con el que se han y se han comprometido a millones de españoles. España, nuestra patria, sigue con los mismos problemas sin que ningún gobierno (cuando lo haya, claro) logre solucionarlos o aminorarlos. Así que no me extraña que los guionistas, productores y toda esta corte celestial nos presenten un modelo de lo que ocurre en nuestro Estado muy similar a la realidad pura y dura en la que nos encontramos. A veces tengo la sensación de que estamos absolutamente perdidos, que vamos como va un barco a la deriva, sin un rumbo fijo, sin un objetivo claro. Espero que no tengamos que llegar a realizar una consulta o referéndum para preguntar quién estaría dispuesto a vender a su madre por diez millones de euros.

* Profesor de Filosofía

@AntonioJMialdea