Los "listos". Y también las "listas", por si alguien echa de menos el lenguaje políticamente correcto. Mi querida amiga Carmen, de la primera juventud, cuando alguien se pasaba de rosca decía “ese es un lisssto”, con setecientas eses y un poco de aspiración, y entonces ya sabíamos el nivel de indignación que le producía esa persona. Que tenga cuidadito el “lisssto” (que no “el listillo”), pensaba, yo aunque en ese momento no lo decía, y solo sonreía, cómplice, pues C. solía llevar razón.

Que el mundo está lleno de “listos” ya lo sabemos, en su acepción de abusones, en su desprecio por las normas a costa de las personas que las cumplen. Los vemos saltándose los semáforos y colándose ante las ventanillas, en la interpretación más suave del término. Me acuerdo de los italianos en las colas de Disney París. Se las saltaban en grupos de diez, levantando los cordones, y no había quien los parara. Los demás teníamos una hora de espera, ellos lo resolvían en diez minutos. Hay muchos listos también en Italia, y ahora lo sentimos mucho por ellos.

Pero la situación no está para listos. Acaban de anunciar -ya lo comentamos el otro día, cuando se convocó el Pleno del Congreso para el 25 de marzo- que el Gobierno va a solicitar a las Cortes una prolongación de 15 días en el estado de alarma. Y quizá se endurezcan las normas. No nos extraña nada. El sábado se cumplió la semana de confinamiento y esto no ha hecho nada más que empezar. Pendientes de la curva, la curva sigue cuesta arriba, con más de 400 muertes en un solo día, una de ellas la tercera de Córdoba.

La Policía Local multó a la gente que estaba de madrugada haciendo fiesta en dos pisos de Ciudad Jardín, calle Julio Pellicer, la zona donde se produjo la primera detección de un infectado por coronavirus coronavirusen Córdoba, un alumno italiano de Erasmus. Desconocemos la nacionalidad de los detenidos y no nos importa, porque yo puedo preguntarles a ustedes: ¿Cuáles son los “listos” de su calle? Por mi barrio hay dos que se pasean a todas horas y todos los días, y hasta el momento siguen así. ¿Serán los que luego nos digan, cuando haya pasado todo, después de haber puesto en peligro a otros ciudadanos, que a ellos Pedro Sánchez no los mete en casa? Es posible, pero esa chulería no creo que se la aguanten las personas que, a costa de un gran sacrificio, permanecen en sus casas, con miedo, sin poder pasear ni ver a sus seres queridos, aprendiendo a enfrentarse a un horizonte incierto.