El aplauso de Córdoba a los sanitarios es el más gordo, sobre todo porque sabemos que el riesgo que corren es real: así lo confirman el fallecimiento de un médico cordobés, el doctor Barragán por coronavirus, y la cifra de personal sanitario afectado por coronavirus. Pero también se extiende ese homenaje a la Policía, cuando pasa silenciosa con las luces de sus coches patrulla (un policía local de esta capital ha dado hoy positivo), y a la furgoneta de la UME desde la que, a través de megafonía, nos advierten: “quédense en casa, por favor”.

[Sigue aquí en directo las últimas noticias sobre el coronavirus en Córdoba]

Y algún que otro aplauso de asuntos que van surgiendo en esos minutos en los que, a las ocho de la tarde -se ha extendido la costumbre de empezar a las ocho menos dos minutos-, con una creciente luz que nos va permitiendo vernos las caras, asomamos la cabeza a nuestras ventanas, salimos a los balcones y aplaudimos. Para dar las gracias. Y a veces lloramos al aplaudir, pero disimulando, con una sonrisa en los labios, porque nadie quiere transmitir pena o desesperanza. También quiero aplaudir a Mari Carmen, nuestra frutera, que sigue abasteciéndonos, como la plantilla de supermercados Piedra, o el quiosquero que sigue al pie del cañón. O al chico que el otro día nos resolvió el radical problema de quedarnos sin un móvil.

Y, sobre todo, a nuestro vecino A., un joven que ha tomado sobre sí la difícil tarea de animarnos, que nos saluda a diario con su micrófono y nos pregunta: “Vecinos, ¿cómo estáis?”. A veces hace recuento de alguna incidencia del día. En otra ocasión nos pidió que dijéramos nuestros nombres, para que nos fuéramos conociendo (tantas veces nos hemos cruzado muchos por la calle, apenas soltando un hola o un movimiento de cabeza). Y hasta pone música a petición del público. Siempre, después de la parte formal del homenaje, busca alguna canción animada e incluso bailable, desde Resistiré a la Macarena o incluso La chica Yeyé, aunque por su edad algunas ni las conocerá. Y luego otra que le piden dos niños de la calle, a los que no puedo ver, pero sí escucho sus voces de pajarito que quieren escuchar El Libro de la Selva, alguna melodía infantil o alguna de las canciones de moda. Así, con estos contactos forzosamente breves, con estos pequeños gestos, vamos intentando hacer comunidad contra el virus.Y merece otro aplauso.