Miles y miles de personas se concentraron ayer frente a ayuntamientos de toda España respondiendo a una convocatoria cívica bajo el lema «!Hablemos», instando a los políticos a buscar una solución dialogada al grave conflicto institucional abierto por la Generalitat. La respuesta fue muy numerosa en Cataluña, pero también en Madrid, y tuvo eco en otros puntos de España, como Córdoba. Pero junto a esta «marea blanca» hubo también otras convocatorias --también en Córdoba, y multitudinaria en Madrid-- que defendieron la unidad del Estado y a las fuerzas de seguridad, y en las que muchos ciudadanos portaron la bandera de España. Ambos movimientos responden, en distintos sentidos, al hartazgo de los ciudadanos ante una situación que no solo ha supuesto un fuerte quebranto institucional, sino que ha roto a la sociedad catalana y ha provocado un creciente rechazo de parte de la sociedad española hacia los catalanes. La espiral de odio no se debe seguir alimentando, y en ese sentido es muy positiva la protesta blanca que rehúye cualquier guerra de banderas, pero lo cierto es que no cabe diálogo cuando una de las partes se ha instalado en la desobediencia de la Constitución y sigue amagando (ya quizá muy preocupada por el alcance de esta deriva) con la declaración unilateral de independencia de Cataluña. Lo primero, restaurar la legalidad. Después, y en democracia, es legítimo hablar de todo.