El presidente estadounidense y el de Corea del Norte se lanzaban hace unos días ofensas infantiles con armas nucleares en el arsenal, y dentro de pocas semanas se van a ver las caras con las mejores intenciones. Mike Pompeo fue nombrado secretario de Estado el 13 de marzo y dos semanas después, antes de ser confirmado en el cargo, se planta secretamente en aquel hermético país y se entrevista con Kim Jong-un. El encuentro entre Pompeo y Kim es la reunión de más alto nivel desde la celebrada por la secretaria de Estado de Clinton en el 2000 con el padre del actual líder. Al mismo tiempo se confirma que se negocia para lograr un tratado de paz que ponga fin formalmente a la guerra de Corea, más de seis décadas después de que acabaran las hostilidades bélicas con un armisticio aún vigente. Aquella contienda en plena guerra fría resultó en la división de la península coreana en dos estados alineados ideológicamente con los dos bloques del momento. Si hay un tratado de paz, la tensión entre las dos Coreas se aliviará y será sin duda un paso necesario para la reconciliación de los coreanos. Quedará la cuestión más volátil y peligrosa, que es la desnuclearización norcoreana a la que Kim dice estar dispuesto a cambio de seguridad. Pero basta oír a Donald Trump para saber que todo puede descarrilar. En este sentido hay un actor político, China, que mantiene un estricto silencio, pero si hay acuerdo, su papel será determinante.