España adopta cada mañana un demonio diferente olvidando el que la escandalizó el día anterior. El jueves, y hasta bien entrado el viernes último, quiénes apestaban a azufre eran Rajoy y el PP, pero hoy domingo quizás sea Sánchez el nuevo Pedro Botero. Así van las cosas en el pais: ángeles y demonios se mezclan y ya nadie sabe con quien habla.

Pero vayamos por partes. El nuevo alboroto arranca al conocerse el fallo del juicio central de la Gürtel. Los jueces condenan a altas penas de carcel a los cabecillas de la trama (Bárcenas entre ellos) y describen en su sentencia un sombrío y aterrador estado de cosas: los golfos del clan Correa vivieron como dios mezclados y confundidos con los populares, como ahora proceden nuestros ángeles y demonios. Unos y otros se lucraron mutuamente del erario público a placer. Aquello que se había venido negando durante una década por los populares es desmentido por la investigación judicial de la Audiencia Nacional. Y hasta Mariano Rajoy, testigo en esta vista, queda en entredicho pues pudo haber mentido.

El fallo ha hecho que repiquen todas las alarmas políticas y mediáticas. Lo que ya venía siendo un clamor: «¡Mariano, abandona la Presidencia del Gobierno, pues diriges un partido corrupto!» lo vienen a confirmar, al menos en parte, los jueces. Y todos los partidos de la oposición dicen que hasta aquí llegó la riada de basura y desprestigio. Claro que socialistas y Ciudadanos no comparten la manera de resolver el tercer acto del drama. Aquí se abre un nuevo cisma que aprovechará el PP para abrasar con lava a unos y otros.

Ahora el PP, cuando los socialistas se acompañan en su censura al gobierno de Podemos con sus mareas, PdeCat, Erc y otros minoritarios, como el dúo de Bildu, dirá que la anti España quiere asaltar el Gobierno desde el que Rajoy genera tranquilidad y da certidumbre económica, y montará un enorme lío de noticias de todo orden (también fake) con la mandanga hasta conseguir negar aquello que casi todo el mundo tiene por evidente. Porque Rajoy persiste en aguantar en el Gobierno en la creencia de que pasados dos años o más el vendaval amaine y él y su partido recuperen aliento.

Cuando escribo esta nota casi todo es un barullo de intenciones, un murmullo de múltiples conversaciones en el mercado de la política y un conteo ansioso con el ábaco de las ambiciones. Mariano Rajoy está quemado, sí, y su partido es un apestado que se cuartea, también, pero la toma de la Moncloa de nuevo por los socialistas no la tenían prevista y menos aún ayudados «por Puigdemont».

Con la embestida brutal contra los socialistas y Rivera, tratarán de convertir su gestión de gobierno en un ideal frente a las intenciones siniestras de los que pretenden arrebatárselo. La batalla que nunca ha dado el PP para sacar al país de su postración y la grieta catalana, reaparecerá en los próximos días como un bosque de lanzas contra las pretensiones de Pedro Sánchez. Y de nuevo dibujará el diluvio que caerá sobre la España moderna que construye si triunfa el enemigo.

Nadie sabe cómo acabará el nuevo capítulo de esta arrabalera batalla política en la España de la crisis política crónica. Pero es fácil suponer que el proceso de salida del poder de los populares no será ordenado. Dirán que han aguantado demasiado tiempo como para ser desalojados de la Moncloa por milicia tan abyecta. Preferirán no rendir el Alcázar. Rajoy un nuevo Moscardó. Y todo porque PSOE y Ciudadanos se disputan la primacía en la oposición. ¿Les han explicado alguna vez qué esto no va de poder, sino de dignidad y decencia política?

* Periodista