Octubre es el mes del dolor, esto es, de todo eso que a menudo no se ve. Los moratones y las cicatrices están ahí. Hablan de tal o cual batalla. Pero el dolor no. Y hoy es el #DíaMundialContraElDolor. Dolor es eso que lleva a consumirte en silencio hasta borrarte y ser solo un cuerpo vacío con dolor. Hace que te aisles y conlleva para algunas personas vergüenza y, para todas, una piedra muy pesada en la mochila que llevamos y que define quiénes somos y por qué.

Sé todo eso porque formo parte de esos 8 millones de personas, según la Encuesta Nacional de Salud elaborada por el INE y el Observatorio del Dolor, que vivimos con dolor crónico. A esta cifra, hay que sumarle los 3 millones que sufren algún tipo de neuropatía, como apunta la Sociedad Española de Neurología. Y no hay que perder de vista el enorme sufrimiento que conlleva levantarse con dolor un día y otro día, tener que cancelar planes a última hora o haber perdido la fe de hacerlos siquiera... Las personas con dolor crónico somos las únicas que saben lo que es y lo que conlleva, por eso a veces obtener consuelo en los demás resulta tan difícil.

Esto acaba por afectar antes o después, porque van pasando los años y el dolor sigue y a menudo ni siquiera se tiene un diagnóstico claro que te avale ante la comunidad médica, a nuestra Salud Mental. 1 de cada 10 personas mayores de 15 años (también según el INE) sufre algún problema de este tipo y las mujeres lo padecemos más: 14,1% frente al 7,2% en hombres, esto es, más de 5’5 millones de mujeres y casi 3 millones de hombres tienen un sufrimiento mental o emocional enorme.

Sí, el dolor no es solo un asunto político, es un tema de género. Yo, de hecho, me considero activista del dolor de las mujeres. Hay que visibilizarlo, nombrarlo para que exista porque importa. Pero, ¿cómo nombrarlo si el lenguaje es insuficiente, si solo tenemos la palabra «dolor»? Incluso en las consultas médicas hemos de usar metáforas, lo que le resta credibilidad y magnitud. El lenguaje niega una realidad enorme y devastadora que ya de por sí la sanidad pública con su falta de recursos olvida. Susan Sontag dijo: «Lo que quiero demostrar es que la enfermedad no es una metáfora». Yo también. Lo que supone el dolor, mi dolor, no cabe en esa palabra.