La política municipal es, probablemente, la que más disgustos y más alegrías da, por lo cerca que están sus protagonistas de esos vecinos que se quejan, que reclaman mejoras o que las agradecen (eso menos). Es la vida municipal una escuela de política, que pone a prueba capacidades y entrega, y en la que, por ejemplo, una alcaldesa --¿podrán calcularse los miles de besos que habrán tenido que dar Isabel Ambrosio, o José Antonio Nieto, o Rosa Aguilar durante sus mandatos?-- puede tener la satisfacción relativamente inmediata de alcanzar un objetivo, de haber remediado un entuerto o de ver cumplida una promesa electoral. Isabel Ambrosio se despide hoy de la Alcaldía, pero se queda como servidora municipal. Porque eso son, servidores, según la definición que hacían ayer en nuestro periódico dos concejales que van de retirada. Emilio Aumente (PSOE) se marcha tras cuatro años duros en Seguridad, Bomberos, Vía Pública y Presidencia. Luis Martín (PP) lo deja tras este periodo de oposición y uno anterior al frente del miura de Urbanismo. Ambos, que ya pueden jubilarse, contaban a Irina Marzo sus experiencias en una preciosa entrevista a dos manos en la que, como no podía ser de otra manera, se quedan con lo bueno. Con la vista puesta en la recuperación de la tranquilidad y del tiempo familiar perdido, dicen adiós cuando todo en la política está cambiando y el guasap intenta sustituir a la conversación directa, a la mirada a los ojos que define la cercanía del político local.