Me acomodo en este acogedor rincón del periódico para apostillar, probablemente sin necesidad, lo que fue noticia y entraña de un artículo reciente de Francisco Solano Márquez: la cena homenaje de despedida al maestro Lorenzo Ramos.

Y lo hago porque es provechoso reincidir en lo bueno donde hubo algo que podar.

En la fotografía de grupo se advierte la asistencia, con los miembros de la Asociación de Amigos de la Orquesta convocante, de abonados y melómanos fieles como los Castilla, los Chavero, Pilar Ostos, Patricia Sneesby y otros.

También se advierte que el deseo de sencillez y humildad expresado por el maestro puede que fuera alterado por el buen ramo de flores con que se obsequió a su esposa.

Para ser justo y poner punto final al acto, y para no quebrar el deseo de Ramos de ausencia de discursos, leí el siguiente telegrama:

«Los miembros de la Asociación de Amigos de la Orquesta, y muchos melómanos de Córdoba, agradecemos al maestro Lorenzo Ramos las muchas horas de buena música que nos ha deparado estos años».

«Y le aplaudimos por el valor y la firmeza con que afrontó los peores momentos de la Orquesta, que le tocó vivir».