Siento debilidad por las mujeres desobedientes. Ellas han escrito nuestra historia de la libertad y han cuestionado los roles de género que nos han sido impuestos. Las hay raperas, académicas, ingenieras, madres, no madres, emos y punks. Lo que nunca soñé es que una de ellas fuese una nazarena del Campo de la Verdad. Por eso, y sin que, supongo, esta penitente desconocida se lo haya propuesto, su gesto gamberro de besar a chicos y chicas desde dentro de su cubrerostro y capirote o hacerse selfies en el Puente Romano, muchas nos lo guardaremos como la estampita de rechazo al mandato religioso que tanto daño ha hecho y hace a las mujeres y a la humanidad.

Seguro que la nazarena tampoco sabe que es una transgresora por mucho perdón que haya pedido. Su placer alegre del Viernes Santo logró ampliar la potencia del colectivo social, cada vez más numeroso, que vive las procesiones desde la belleza y el disfrute y no desde la confesión. La obsesión del poder católico cordobés por construir una semana santa no solo política e invasiva, sino del pueblo pero sin el pueblo, solo podía acabar en besos. Por suerte, si quieren nazarenos, cada vez menos numerosos en las cofradías, por cierto, van a tener que contar con personas diabólicamente libres y hasta agnósticas o ateas. Mucho me temo que el sur tiene eso: gana la primavera frente a la sublimación religiosa.

En la última semana he leído textos diversos sobre las incoherencias, los fingimientos y las contradicciones que genera esta celebración tan tremenda y performativa. El poeta Raúl Alonso escribía en Facebook que en este mundo hay lugar para todos aunque no siempre estemos cómodos. Y hay a quien le ofende un beso y a quienes nos ofende un palco de autoridades civiles y religiosas frente a la Puerta del Puente. Pero así se convive. Solo puedo concluir con una frase de George Bataille que me ronda y que dedico a la nazarena expulsada de la fiesta: «el erotismo es la afirmación de la vida hasta en la muerte». Y ella debe saber muy bien que el viernes hizo una tarde maravillosa para afirmarse hasta el final.

* Periodista