Historia 1: Cuando el famoso cantautor venció al coronavirus, fue invitado a un programa de televisión para contar los pormenores de su experiencia. Le ofrecieron la opción de intervenir desde casa, pero se empeñó en acudir al plató a pesar de su condición de convaleciente casi septuagenario y del enfado de su pareja, a ver qué narices pintas tú allí ahora. El famoso cantautor odiaba la comunicación digital y tenía ganas de movimiento después de las primeras semanas de cautela domiciliaria tras salir del túnel. El espacio televisivo en cuestión mezclaba una sucesión de animadas tertulias, llenas de elegancia formal y brillantez argumentativa, con entrevistas a caras conocidas sin miedo a opinar de todo un poco. Después de muchos cortes publicitarios llegó su turno. Al principio un tono tirando a empalagoso del presentador y luego el barro de la actualidad. Quisieron darle una sorpresa antes de terminar, una sorpresa que le gustó: una conexión con otro famoso cantautor, casi un hermano que no quería desperdiciar la oportunidad de darle un abrazo virtual. Elogios mutuos, anécdotas, nos vemos pronto. Cuando todo terminó, de vuelta a casa en el coche puesto a su disposición por la tele, el famoso cantautor se puso las gafas y abrió un mensaje de su hija. Era una foto del amigo con el que acababa de hablar en directo, una foto del momento en el que intervenía en el programa desde su casa, una foto que el famoso cantautor amplió varias veces deslizando el dedo incrédulamente. Entonces supo que había encontrado una guitarra y que había perdido un amigo.

Historia 2: La cosa no pintaba bien. Se ahogaba. De un día para otro había pasado de caminar sin fatigarse a no poder respirar en condiciones. No daban crédito. Ahora que la cosa estaba bajo control y que la gente estaba en las terrazas de cervecitas no podía pasarle eso a él. Qué absurdo. Habían llamado al teléfono habilitado, correcto, son síntomas compatibles, pero permanezca en casa a no ser que su estado empeore... Y empeoró. Urgencias. Triaje. Miedo. Entraron en una consulta. Ella descompuesta. La gente que los atendió muy amables, tranquilícese, no hay que ponerse en lo peor, un vaso de agua. Se lo llevaron para hacerle la prueba y atenderlo. Espere usted en esta sala y le informamos. Llamó a quien tenía que llamar, con su móvil antes de que se quedara sin batería y luego con el de él, todo el rato vibrando. Sus cuñadas la llamaron. Estaban en la puerta de Urgencias. Cuando por fin supo el resultado de la prueba salió a verlas. Las dos mujeres, dos falsas rubias con el mismo gusto indumentario, se temieron lo peor al verla acercarse con la cara desencajada. Negativo. Su marido no tenía coronavirus. Eso sí, tenía una profesora de yoga que le había escrito un mensaje para decirle que tenía fiebre.

*Profesor