No le importaba lo que el personal dijera. Si vaciarte en tu trabajo para que las cosas salgan lo mejor posible es ser un trepa según la gente, el problema lo tenía la gente y no él. Lo tenía más claro que el agua. Es más fácil pasarse el día rajando que arrimar el hombro. No aportar ni una mísera propuesta de mejora sale más rentable que tirar del carro ayudando a la directiva.

Había decidido no hablar de más en las reuniones. Se había percatado de ciertas miradas las primeras veces que dijo lo que pensaba sobre las ideas de la coordinadora, simplemente lo que pensaba, ni más ni menos, me parece que este plan de trabajo está supercurrado, por mí adelante, cuenta conmigo si te hace falta lo que sea. Así que decidió ser más cauteloso y manifestar sus valoraciones en privado a los cuadros de mando, ¿puedo pasar?, ¿tienes un segundo para que te diga una cosa? Eso también provocó habladurías entre quienes no tienen nada mejor qué hacer: que si se pasaba el día de despacho en despacho, que si estaba loco porque le dieran un carguito, que si lo de llevar pasteles el día de su cumpleaños o se hace bien o no se hace...

Tal vez por eso percibía un silencio brusco o un cambio de tema impostado cuando se acercaba a algún corrillo en el aperitivo de la comida de la empresa, situaciones que hubieran hecho sentirse mal a cualquiera con menos amor propio. Al fin y al cabo nadar a contracorriente se había convertido en su especialidad. Nunca lo había tenido fácil. Por eso no le costaba hacer los esfuerzos que parecían el no va más para el resto del personal. Por eso tenía metas a las que llegar y la determinación firme de alcanzarlas sorteando los obstáculos de distinta naturaleza que sin duda harían más gratificante la victoria frente a la mediocridad.

Lo del descanso digital no iba con él. No entraba en su cabeza que alguien pudiera pasar así como así del correo y del WhatsApp, como si no existieran imperativos laborales y cosas que sacar adelante a pesar de poder estar unos días un pelín más relajado. Así que cuando en pleno puente llegó el mensaje de Lourdes por el grupo con la planificación del segundo trimestre (un PDF con muchos números en el título) no se lo pensó dos veces. Hizo lo que tenía que hacer aunque la propia Lourdes decía en el mensaje que no quería agobiar y que lo mandaba por quitárselo de en medio de una vez (dos emoticonos de caritas sonrientes). Nadie le respondió. «Buen trabajo. Claro, concreto y mejorando varios procesos», fue lo que puso él al cabo de un rato, no sin antes añadir tres pulgares extendidos en señal de ferviente aprobación, los tres pulgares que deseó no haber puesto cuando a los pocos minutos leyó otro mensaje de Lourdes pidiendo perdón. Se acababa de dar cuenta de que, con el jaleo de los niños, había mandado el calendario del baloncesto de su hijo en vez de la planificación. Y luego ya sí que hubo mensajes en el grupo.

* Profesor del IES Fidiana