Hoy mi kiosco no está al sol, por muchos grados que pueda marcar el termometro. Hoy una ligera sombra se cierne sobre los «habitantes» de esta plaza y sus aledaños. Porque nos deja uno de los emblemas que nunca creemos que pueda desaparecer. Rafael «el del Bocadi» como lo llamamos todos. Para mí, un cliente, un vecino, un afable hombre que sabía tomarse la vida con la levedad que hay que tomársela. Por más que me esfuerzo en recordar, nunca lo he visto sin esbozar esa media sonrisa y manteniendo ese andar tranquilo que lo llevaba a todas partes.

Existe en una reconocida red social, una pagina que se titula «No eres de Córdoba si no...». Los visitantes a dicha página completan la frase con tópicos que deberían ser ineludibles para cualquier cordobés. No he revisado todas esas frases, pero ahí dejo la mía: «No eres de Córdoba si no... te has comido un bocadillo de atún con tomate en el Bocadi». Porque Rafael y Manolo --ese otro hermano que queda al pie del cañón-- son historia de la hostelería en Córdoba, como antes lo fue su padre. Gente de la de antes; de la que viste por los pies y nunca tropiezan con cordones desatados. Siempre he pensado que había negocios que deberían salir en algún tipo de guías turísticas «alternativas» de esta ciudad: como El Correo, Carrasquín, Lucas y, por supuesto, Bocadi.

Descansa, querido hombre tranquilo. Porque dejas el pabellón bien alto. Porque mi abuelo decía que no es más grande quién más tiene, sino quién menos necesita. Y tú eras feliz con poco: tu colección de monedas que hiciste en este kiosco (conseguiste completarla), tus regalos a tus nietos de cada muñeco o juguete... Féliz haciendo felices a los demás. Y sin proclamarlo. Ahora te echaré de menos, querido hombre tranquilo. Cuando me encargabas colecciones o cuando te veía al fondo de la barra mientras el insustituible Juan me ponía los bocadillos. Tu cariñosa esposa se ha aprendido el precio del periodico, con lo que tú te reías con esos olvidos. Seguro que seguirás sonriendo, aunque nuestra tristeza nos acompañe.

Bocadi puede que nunca tenga estrellas Míchelín, pero tiene otras que importan más. Con Rafael, ya tiene una estrella más en el firmamento --junto a la de su padre-- que hace que este local se convierta en leyenda. Hacen falta homenajes en este ciudad a las personas que de verdad lo merecen. Hoy, se encenderán las planchas, correrá la cerveza y la vida continuará en Bocadi. Porque las leyendas se mantienen así, rindiendo tributo a los que nos dejan.

* Escritor