La estadística policial indica que las desapariciones suelen resolverse en un corto periodo de tiempo después de producirse. Acostumbran a ser casos que escapan del foco mediático, nada que ver con esas historias criminales que atrapan a la opinión pública en una montaña rusa de emociones hasta que, en muchas ocasiones, acaban de forma trágica. Y luego está ese grupo de desapariciones en los que las familias no tienen noticias durante años sin que su situación consiga difusión. En Córdoba hay varios casos que sí han recibido el apoyo de este periódico y otros medios, como el del joven Paco Molina. Pero en este y otros casos son años de ausencia en los que una familia continúa esperando respuestas, en los que resulta muy complicado para parientes y amigos caminar por la estrecha vía entre mantener la esperanza y el humano deseo de poner fin a la historia. Los sucesos siempre han generado un gran atractivo en la opinión pública. Las desapariciones han protagonizado incluso reality shows de éxito en televisión. Pero la familias cuyos casos no se han cerrado suelen denunciar el olvido que sufren, la sensación de abandono, la escasa sensibilidad social con la que se encuentran. No todas las familias tienen dinero para empapelar las calles con carteles, ni acceso a la prensa, ni sus mensajes se convierten en virales en las redes sociales. Es tarea de todos no olvidar a aquellos a quienes una desaparición les cambió la vida.