Los dos partidos de la derecha española con representación en el Congreso tienen un problema que se llama Vox. El legítimo deseo de PP y Ciudadanos de lograr el cambio político en Andalucía les ha cegado hasta tal punto que no han calibrado en absoluto las consecuencias políticas de pactar con un partido de ultraderecha xenófobo y machista. El primer órdago que les ha lanzado Vox no ha ido por el flanco catalán, en el que podrían haber encontrado consenso en la coincidencia de la exaltación de los valores patrios o en la petición reiterada de la aplicación del 155 en Cataluña. Contra el pronóstico de populares y naranjas, la primera línea roja que ha establecido Vox para apoyar un gobierno de PP y Cs en Andalucía es que se elimine la dotación presupuestaria para la ley de violencia de género.

El desafío de Vox sobre la violencia machista no debería coger por sorpresa a sus dos socios en Andalucía, porque el partido de Santiago Abascal lo ha detallado en su programa electoral y lo ha reiterado hasta la saciedad en sus mítines, así como la necesidad de expulsar a los inmigrantes ilegales, cerrar las fronteras de Ceuta y Melilla o abandonar el espacio Schengen europeo. Por eso resulta chocante que los partidos que lideran Pablo Casado y Albert Rivera se hayan aventurado a aliarse con un socio que si sigue el patrón de sus homólogos europeos seguirá marcando perfil propio hurgando en las contradicciones de los partidos de derecha y en los complejos de los de la izquierda. Vox cree que tiene un camino por recorrer en España en las próximas municipales y europeas arañando votos del PP y Cs y no va a moderarse por «la oportunidad» de propiciar el cambio en Andalucía. Por el contrario, el temor de las derechas a perder votos les puede llevar a endurecer su discurso y acabar diluyéndose en el de Vox con el riesgo de que a los votantes les guste más el original que la copia. Hoy es la negación de la violencia machista y mañana puede ser la petición del cierre de las mezquitas en Andalucía. PP y Cs han apostado temerariamente por infravalorar los riesgos de aliarse con la ultraderecha. Y nos puede salir muy caro.

* Periodista @olgagrau13