Se ha derrumbado un muro de la taberna El Gallo, esa con la que murió la copa de fino con las pavias de bacalao. ¡Ay, si Claudio Marcelo levantara la cabeza!...Todo es derrumbe, soledad, muerte y miedo.

A la muerte del gran abogado se ha unido de repente otra muerte cercana que, por imprevista y traicionera, me deja el alma helada. Esa que empieza a helarsenos a todos.

Y no es el enigmático virus chino, sino el mortífero cáncer el que mata cuando menos te lo esperas y cuando te lo esperas, también.

Un solo dato: los nuevos casos de cáncer diagnosticados en España en el año 2020 alcanzarán los 277.394, con un aumento de casi un 1% en mujeres ¡Otra noticia pa’ mi...! , manteniéndose la cifra de fallecidos con un número escalofriante: mueren 300 personas por día, lo que supone que seguimos en más de 110.000 al año. El total de fallecidos por covid-19 asciende a 35.298. Ahí lo dejo. Soledad de los que nos curan. Abandono miserable.

Muerte de una vida civil que da sus últimos extertores. Un comercio de cercanía que si no está muerto, agoniza sin ninguna medida que le haga al menos el boca a boca. El otro día me entretuve en contar los locales vacíos en la calle Cruz Conde, esa calle de tiendas que en cada ciudad es termómetro del comercio. Dieciséis locales vacíos. Y el panorama desolador de los barrios es como si hubiera caído una bomba de neutrones.

Muerte de la vida de unos adolescentes a los que queremos culpar de una mala gestión ajena, sin recordar lo que hubiera sido de nosotros si hubieran acabado con nuestra movida, a los 16 o a los 24.

Muerte definitiva de todo un sector: el ocio, los bares y la restauración nocturna, con todo lo que de ellos también dependía: taxis, copas y hasta churros de madrugada.

Y del turismo sólo nos queda el certificado oficial de muerte segura; no sé en otras ciudades, pero en la nuestra, cuatro veces Patrimonio de la Humanidad, en donde no hay grandes industrias, ni grandes fábricas, ni multinacionales, es el turismo el que tanto reparte y da la vida. A la joyería, al comercio, grande o pequeño, a la moda flamenca, a la moda a secas, a la restauración y a la maravillosa flota de hoteles que va a quedar en nada.

La muerte forma parte de la vida. No hay vida si no se tiene la certeza de la muerte, pero no de esta absurda manera. Declaraciones alarmistas, medidas ineficaces, inseguridad, derrumbe, soledad, muerte y miedo... Necesitamos un sorbo de agua, un hilo de esperanza, una gota de ayuda. Perdónenme, pero no me sale otra cosa. Ni cáncer, ni covid, pobreza extrema. Cumplo años la semana que viene.

* Abogada