Tu vida ha dejado se ser normal, tienes un secreto que malvivirá contigo durante demasiados años, durante el resto de tu vida quizá. Ya no eres feliz y nadie parece darse cuenta de lo que te está pasando: ¿cómo se va acabar el horror entonces? Eres un niño, eres una niña y tu vida ya está llena de silencios y sufrimiento. Tardarás muchos años en descubrir que la infancia es totalmente lo contrario de lo que tu has vivido. Cuando el abuso sexual se produce en el ámbito familiar, la crueldad hacia el menor es máxima: el enemigo está en casa y es de confianza. Él siempre se encarga de los niños una vez se ha acabado la comida familiar, juega con vosotros en una habitación, para que tus padres y el resto de la familia puedan tener una sobremesa tranquila. ¡Hay que ver cómo le gustan los niños!, diría tu madre en alguna ocasión.«¡Me entiendo bien con ellos!», respondería él, el monstruo.

Pero a los niños no les gustan los monstruos, aunque nadie te pregunta a ti, claro. Si lo hicieran, tampoco dirías nada, ya se ha encargado de decirte que nadie te creerá, de amenazarte con cosas aún peores de las que te hace cuando se cierra la puerta de la habitación de los juegos, juegos para pervertidos como él, juegos macabros, juegos asquerosos.Cuando cumples 13 o 14 dejas de interesarle, abusar de un adolescente es más arriesgado por razones fisiológicas y porque teme no controlar tu silencio. Te deja en paz porque no está enfermo, es un depravado que sabe lo que hace y a quién hacérselo. A ti ya te ha jodido del todo, literalmente. Ahora toca joder a otros.

Lo que viene después es un calvario para ti, otro. Lo es por muchas cosas pero especialmente por una: no lo confiesas, no lo cuentas, no se lo dices a nadie. No puedes, no sabes, no debes. Así que, vas cumpliendo años con tu dolor de espalda constante, tus problemas intestinales, tu inseguridad y tu secreto a cuestas. Hay algo común en quienes han sufrido abusos en su infancia: su silencio. Save the children denuncia que entre el 10% y el 20% de la población es víctima de abusos en su infancia. ¿Cuántos amigos, familiares o parejas os han explicado haber sufrido ese tormento? Esta es la historia de Berta, Carmen o Carlos, de todos ellos y de muchos más que todavía no han reunido la fuerza suficiente para denunciarlo. Otros sí lo han hecho, pero incomprensiblemente la justicia de nuestro país les ha dicho que el abuso había prescrito. ¿Cómo va a prescribir la atrocidad? Igualmente, son unos valientes, por haberlo soportado, por haberle echado ganas a la vida, a pesar de todo. Son héroes y heroínas, como lo son las 156 gimnastas estadounidenses que han acusado a Larry Nassar mirándole a la cara. Se han enfrentado a su monstruo. Porque como en todas las historias de terror, los abusos sexuales tienen su propio monstruo. Este se llama Nassar. Ojalá poco a poco podamos poner nombre a todos, ojalá podamos derrotarlos, es la única forma de salvarnos.

* Periodista