El Parlamento europeo aprobó el pasado jueves, con el voto en contra de los diputados del PP, una resolución que exige a Bruselas vigilar de manera más estricta a Polonia y Hungría para evitar su deriva autoritaria y garantizar la independencia de la justicia polaca. Es una demostración muy potente que evidencia la derechizacion en marcha de los populares españoles explicitada de mil maneras en decisiones o manifestaciones que les apartan de los rasgos que en los últimos años los han venido caracterizando.

Se conoce desde el principio su recio conservadurismo, su extrema dureza verbal y eterna aversión a los socialistas: el enemigo. Hasta hace bien poco tiempo estos eran sus rasgos definitorios. Pero tras la súbita eclosión de Pedro Sánchez, que los desaloja del gobierno tras una moción de censura, y sobre todo, la irrupción de Vox en el tablero político con el que han de repartir el maná ideológico y el voto, viran hacia posiciones tan radicales que les están sacando de ese molde azul y ultraconservador con que los tintó Aznar y se definen desde entonces.

La intransigencia, e incluso el acoso político directo y personal, ejercidos contra Pedro Sánchez, el PSOE y muchos más los últimos días, a propósito del acuerdo socialista con ERC, que posibilita la investidura de Sánchez y abre una mesa de diálogo político con el gobierno catalán con intención de desactivar hasta donde se pueda la deriva que nos hunde a todos, indica que todo lo que observamos no es fruto de un calentón o cabreo coyuntural. La movilización contra la investidura de Sánchez es inédita por su dimensión, excentricidad, encono y calibre de la crispación. No es cualquier cosa el envío de decenas de miles de mensajes dirigidos a responsables políticos o parlamentarios, y otros tantos encarrilados a través de redes sociales y medios digitales para amedrentar a dirigentes políticos y parlamentarios llamándoles al transfuguismo (cuándo no al sabotaje) en nombre de España.

Pero llegar a forzar una resolución en la Junta Electoral Central (JEC) que dicta la dimisión de Torra, horas antes de celebrarse el debate de investidura con el fin de frustrar el nombramiento de Pedro Sánchez, fue su acción más extrema hasta el momento.

Claro que el vendaval contra Pedro Sánchez (le están armando un traje de autoritario muy peligroso) no acaba en él. El diluvio que se abate contra Dolores Delgado, propuesta para Fiscal General del Estado, derrama el mismo océano de furia. La dureza de las críticas del PP es tan enorme que nadie acierta a distinguir quien pega qué, si los populares o Vox. Y todo lo que ocurre en Cataluña (de nuevo se autorizan embajadas) es consecuencia de la entrega de los socialistas al separatismo.

Cómo anoté al principio, no es menor el posicionamiento europeo del PP al lado de los gobiernos polaco y húngaro. Se está configurando una derecha española que se distancia de sus homónimas liberales y democristianas alemana, francesa o austriaca... y migra hacia posiciones claramente anticomomunitarias y desdeñosas con los valores europeos de democracia y derechos humanos.

Este escenario, en fin, pudiera ayudar a entender porqué Moncloa decide por sorpresa proponer para la fiscalía a Dolores Delgado, un perfil duro, que indica cómo el gobierno toma nota de la pretensión de la derecha y acelera el paso en la toma de decisiones políticas y de Gobierno que procuren contrarrestar, o en todo caso amortiguar, tanta crispación y ruido.

* Periodista