Hace unos días presentábamos la agenda compartida bajo el lema Córdoba por los derechos de las mujeres. La ciudad, a través de las administraciones y los colectivos de mujeres, se presentaba unida sumando voluntades, desde el convencimiento de que es necesario recordar, que a pesar de la igualdad formal, aún hay demasiada desigualdad encubierta entre mujeres y hombres.

La vida cotidiana esta llena de pequeñas y grandes discriminaciones que la mitad de la población soporta de una u otra forma, a pesar de la aparente normalidad con la que convivimos diariamente. Décadas de esfuerzo en gobiernos que han buscado avanzar en derechos no han sido suficientes para provocar el cambio social necesario para garantizar la igualdad real y este fracaso colectivo empieza a producir desasosiego y preocupación, sobre todo cuando se constatan retrocesos sociales y económicos.

No es lógico que mi generación, hijas de la igualdad, y las posteriores tengan que seguir preocupadas y ocupadas en conseguir la igualdad salarial entre mujeres y hombres.

Eliminar cualquier discriminación por razón de género, es un reto no conseguido que pone de relieve la sutileza de la discriminación en el empleo y en la retribución de unos y otras. Espacios segregados, techo de cristal, exigencias no asociadas a la producción sino al gusto estético masculino, diferentes retribuciones en trabajos feminizados, por no hablar de la atribución de competencias profesionales a unos y otras en función de atributos externos asociados al género.

Alcanzar una presencia equilibrada de mujeres y hombres en puestos de responsabilidad y toma de decisiones, está siendo un proyecto titánico que solo se acelera con la imposición de «cuotas», una medida socialmente rechazada pero tremendamente eficaz para acelerar el equilibrio paritario en el poder.

A pesar de los avances, que los ha habido, de la concienciación social, que se está produciendo y de la asunción de que la igualdad es una premisa imprescindible para una sociedad moderna, lo cierto es que no es posible bajar la guardia ante señales preocupantes en las generaciones más jóvenes, que nos indican que sigue siendo absolutamente necesario, que estemos alerta y vigilantes para que esa igualdad, por la que tantas mujeres y hombres, luchan y han luchado, sea por fin una realidad completa.

Educar en igualdad es la herramienta clave para transformar las desigualdades de género, lo que redundaría favorablemente en un futuro más justo, donde el cuidado de las personas y el trabajo doméstico sea tan prioritario como el trabajo remunerado y donde la responsabilidad de la vida y del poder sea compartida al 50/50.

En los últimos años, a las corporaciones locales se le están limitando las competencias y los ámbitos de actuación, entre ellas las políticas activas favorecedoras de la igualdad, pero no renuncio a potenciar la visibilidad y la valoración de las aportaciones de las mujeres a la vida intelectual, cultural, social, económica y política; a trabajar en la creación de itinerarios de empoderamiento individual y colectivo.

Suscribo la conclusión final del informe de Naciones Unidas sobre la situación de las mujeres en nuestro país y que señala lo siguiente: «Los esfuerzos de España para integrar a las mujeres en la vida pública, política y económica, así como para erradicar la violencia machista son inquebrantables. Sin embargo, el enraizamiento de una cultura machista y las actitudes patriarcales siguen recluyendo a las mujeres en roles tradicionalmente domésticos que allanan el camino a la violencia y no son apropiadamente diagnosticados y resueltos».

«Demos Paso» junto a ONU Mujeres en el empoderamiento y el reconocimiento de los derechos humanos de las mujeres, con el objetivo de contribuir a acelerar la Agenda 2030 (Objetivos de Desarrollo Sostenible) con el compromiso de diseñar y aprobar un Plan Estratégico de Igualdad para que la ciudad a la que amo y de la que soy regidora por la voluntad de los vecinos y vecinas contribuya a caminar hacia una sociedad codirigida por ambos géneros y donde la infancia encuentre caminos suficientes para desarrollar todo su potencial sin cortapisas, ni corsés antiguos y trasnochados.

Clarissa Pinkola decía: «en toda mujer hay fuerzas poderosas pendientes de descubrir». Demos el paso y descubramos el talento que estamos desperdiciando.

* Alcaldesa de Córdoba