Desde 1841 a 1995 existió en el edificio de Caballerizas Reales de Córdoba un depósito de sementales. La función de estos depósitos era congregar los caballos seleccionados por el Estado, para en tiempo de cubrición (marzo a junio) distribuirlos por ganaderías y pueblos de la demarcación padrear a las yeguas de la zona consiguiéndose con ello la mejora genética de las caballerías y de las razas equinas de la cabaña nacional.

Los caballos padres de la Yeguada Real se alojaron en las cuadras de Caballerizas desde 1570 hasta 1809. En esta fecha los franceses violentaron y saquearon la ciudad de Córdoba, desvalijando también los caballos y enseres de la Institución. Luego en 1828 se intentó reconstruir la famosa Yeguada Real de Córdoba, pero no fue hasta 1841 cuando las Caballerizas se pusieron de nuevo en funcionamiento, entonces bajo la regencia de Espartero, se crearon en España, dependiendo de Gobernación y bajo la dirección de Francisco de Laiglesia Darrac, ocho depósitos de sementales del Estado: los de Córdoba (es probable que este empezara a funcionar en 1834 y luego se ubicara durante un tiempo en La Rambla), Jaén, Granada, Sevilla, Jerez, Badajoz, Toledo y León. Estos y otros depósitos creados con posterioridad, a partir de 1864 pasaron a depender del Ministerio de la Guerra (en otras épocas Ministerio del Ejército y por último de Defensa) y hasta 1995 que se produjo una restructuración general de Cría Caballar en Defensa, un depósito estuvo activo como tal (7º depósito de sementales) en esta dependencia de Córdoba.

Precisamente esta es otra de las épocas gloriosas con que cuenta el acervo ecuestre del edificio de las Caballerizas Reales. Aquí se concentraron bajo el mando del Arma de Caballería (durante más de 150 años), los mejores caballos padres de España para el fomento y mejora equinas de su distrito y de España. Además, durante mucho tiempo en este edificio de Córdoba se ubicó la cabecera de una de las zonas pecuarias (4ª zona) del Estado, desde donde se gobernaban las unidades del Depósito, el Establecimiento de Cría y Doma, y la Yeguada militar de Moratalla. A finales del siglo XIX, en pleno auge de la institución, se construyó el magnífico picadero cubierto de reminiscencias de Effiel, cuya presencia aumentó la consideración de monumentalidad del propio edificio. En el plano personal cabe reseñar que han pasado como jefes de esta dependencia, militares tan destacados como Francisco Jiménez Alfaro (componente del equipo hípico de completo de la Olimpiada de Ámsterdam), Francisco Sanmiguel, Rafael Amián o Luis Rivero Merry. Y en lo material, todavía añoramos «el Landó» que Rafael Guerra entregó en 1942 al depósito para que este carruaje pasease por las calles cordobesas.

Y todo esto a que viene a cuento, pues precisamente a reseñar otra carga histórica ecuestre adicional que se debe contabilizar en el haber del edificio de las Caballerizas Reales de Córdoba. Pues en definitiva se trata de un edificio único y emblemático, con una extensa historia ecuestre de mundial reconocimiento que algunos cordobeses parecen no valorar, o simplemente lo desconocen. Así pues todo lo que no sea destinar este edificio a usos relacionados con el caballo, en mi opinión, tendrá un recorrido limitado respecto a su futura explotación turística y cultural. Personalmente soy respetuoso con iniciativas que activen la vitalidad de la sociedad cordobesa, pero en este caso me parece que siempre existen en la ciudad otros recintos donde alojar una nueva actividad cultural. Pero en «la catedral del caballo», un edificio monumental y cargado de historia ecuestre, solo puede tener un destino monográfico: caballos y actividades ecuestres.

* Catedrático emérito de la Universidad de Córdoba.