Demonios, no personas. Eso son los homosexuales para Ramzan Kadyrov, el presidente checheno que gobierna su república con el apoyo explícito de Rusia. Lo ha afirmado en una entrevista de la cadena americana HBO. No es la primera vez que se manifiesta en este tono: ha vuelto a afirmar que en Chechenia no hay gais y, si los hubiera, serían expulsados: «que se los lleven a Canadá para purificar nuestra sangre». Recuerdo otras declaraciones suyas, después de que estallara el escándalo de varias denuncias sobre presuntos campos de concentración chechenos para homosexuales, cuando por primera vez aseguró lo mismo, que en Chechenia no hay gais, para continuar con una línea aún más perversa: «Y si los hubiera», dijo entonces, «sus propios familiares sabrían lo que hay que hacer con ellos». Sin embargo, las denuncias de torturas de homosexuales en suelo checheno no han parado de reproducirse desde hace varios meses. Como respuesta, Ramzan Kadyrov ha acusado a Estados Unidos de propagar el rumor: «Dios les condene por sus acusaciones. Tendrán que responder por ello ante el Todopoderoso. América está llevando a cabo una política antirrusa contra los líderes del país. Saben que estoy dispuesto a dar mi vida por Rusia y que tengo un Ejército capaz de atacar y defenderse. Ya veremos cómo le va a cada uno». Aunque, visto lo visto en la era Trump e hijo, parece que nada más lejano de la política exterior estadounidense que el enfrentamiento con su viejo enemigo de la Guerra Fría.

No fueron los medios estadounidenses, sino varios periodistas rusos del diario Novaya Gazeta los que denunciaron en abril que varios varones homosexuales estaban siendo apresados, torturados y ejecutados, en una especie de cacería institucional decretada en Chechenia. Sin embargo, tanto las autoridades chechenas como las rusas negaron esas acusaciones. A lo mejor es un prejuicio, pero siempre que alguien exhibe semejante animadversión contra los gais tiendo a pensar que hay una homosexualidad reprimida ahí dentro, o por lo menos una sexualidad controvertida con la conciencia y con su ánimo, una especie de pugna interior con la normalidad propia que por ahí encuentra su redención y bálsamo. Recuerdo esas fotos de Vladímir Putin montando a caballo con el torso descubierto, en pleno invierno ruso, luciendo pectorales y mirando implacablemente a la cámara. No quiero decir que Putin sea un homosexual encubierto, pero la iconografía de su imagen, ese interés por ser televisado mientras se abraza a otros hombres luchando en el tatami, la exhibición continua de su fuerza y su presunta masculinidad -hay quien piensa aún que ser un hombre es eso, una entronización de hombría cavernaria-, y sobre todo la fotito a caballo en plan Conan El Bárbaro, qué quieres que te diga, pero podría haber sido una auténtica estrella en el Orgullo Gay.

El caso es que ahora llega este tipo, Ramzan Kadyrov, uno de los mayores y más fieles aliados de Putin, a decir que Chechenia es el único territorio de la tierra sin homosexuales. Liberado de esa plaga, parece decirnos; o depurado, más bien. Conocemos sus formas de gobierno: con una fuerza militar callejera de más de 3.000 hombres, conocidos como kadýrovtsy, esta fuerza ha sido denunciada varias veces por vulnerar los derechos humanos, y podrían estar detrás de las desapariciones de gais. Claro que Putin está encantado de haberlo -y haberse- conocido, porque lo condecoró con la medalla de Héroe de la Federación Rusa. Esto es Ramzan Kadyrov, esto es Vladímir Putin: héroes fortachones de recio pelo en pecho, colosos de la masculinidad robusta con amplias camisolas de franela y barbas acendradas de leñadores recios. Éste es el modelo de hombre ruso, ésta su moral y su conquista: un país libre de hombres y mujeres que deseen amarse entre ellos. Un país sin igualdad jurídica ni derecho.

Pero enfrente tienen el terror islámico, que tampoco deja a los homosexuales más espacio que la clandestinidad, el silencio o la muerte. Y ahora es cuando toca preguntarse si hay batallas pequeñas y Orgullos insignificantes, si cuando aquí elevamos nuestra voz para reivindicar ciertas cosas puede tener sentido en otras realidades. Ni Chechenia ni Rusia están libres de demonios. Ni nosotros tampoco. Demasiada desigualdad, demasiadas carnicerías, mientras aquí montamos este carrusel de palabras vacías. Lo peor de este tiempo es que sabemos demasiadas cosas, y que la información nos sobrepasa. En materia de derechos humanos, todos los ataques son contra nosotros.

* Escritor