En torno al aniversario del fallecimiento de Charles Dickens y con este motivo, la Asociación Literaria Hasday ha organizado un simposio para analizar la obra literaria de este escritor y cotejarla con la de otro gran creador, Antonio Gil. La base de dicho trabajo se ha cimentado principalmente en el último libro de Antonio, que lleva un sugerente título: Deja que te sorprenda la vida. Este es una permanente invitación a vivir esperanzados, a superar los momentos tristes, a pensar que de cada fracaso se aprende, se sale reforzado, y que ante cualquier imposible Dios está a la puerta de nuestro corazón para guiarnos por el buen camino, y para conseguir que la vida nos sorprenda cada día. Que el tiempo es un preciado regalo, la importancia del diálogo, la reflexión y la familia, la relevancia de dos grandes palabras, perdón y solidaridad. En algunos capítulos nos muestra cómo, junto a las insaciables heridas del alma, el viento ciego sacrifica y dibuja el optimismo alimentado por el silencio y la soledad, incendiando las utopías y la amnesia, apelando a la fiebre embravecida y a la sed envuelta en el aliento de la escarcha. Reflexiones colocadas en el sagrado e intangible límite de la verdad, reunificando las prímulas en combustión, donde la sangre con los ojos vendados decapita la frontera líquida de los códigos no escritos, alejándonos del terreno invadido por los interrogantes que divagan donde existe el miedo. Lluvia de palabras que muerden con hambre, sin vacilar, sin ambages, conectando directamente con el resurgir de la felicidad que se columpia sobre las comisuras de la invertebrada vida, a veces bordada con encajes. El periodista posee una magnánima sensibilidad para el arte de la escritura, nos lo demuestra otra vez con este libro que es digno de ser lectura de cabecera. Textos que nos invitan a pensar, y esto a veces es un deporte de riesgo. «No puedo sellar mis labios allá donde he abierto mi corazón» (Dickens).