Nadie ha aplaudido a Torra esta semana. Sí, a Torra. El de los tuits racistas contra los españoles. El de «Los españoles en Cataluña son como la energía: no desaparecen, se transforman» y «Franceses y españoles comparten la misma concepción aniquiladora de las naciones que malviven en sus Estados». El Torra de «Fuera bromas. Señores, si seguimos aquí unos años más corremos el riesgo de acabar tan locos como los mismos españoles» y «Los catalanes vamos en coches particulares y nos lo pagamos todo. No hacemos como los españoles». O su gran éxito: «Sobre todo, lo que sorprende es el tono, la mala educación, la pijería española, sensación de inmundicia» y «Los españoles sólo saben expoliar». Sí, ese Torra. No nos equivocamos de sujeto. El mismo que ordenó un anuncio publicitario --por supuesto, en español, ese idioma invasor-- para promocionar el turismo interior del resto de los españoles a Cataluña durante el verano del coronavirus. Cataluña es tu casa, es el eslogan. Y a la hora de recaudar los posibles ahorros estivales del turista en potencia, españolito que vienes al mundo, te guarde Dios, el idioma utilizado es el español, porque era el que interesaba. Y ni un solo lazo amarillo, sino esas verdes praderas del Ampurdán para acogernos con generosidad en una visión pura y panorámica del mapa que ahora es lugar de encuentro, no de segregación. Sí, hablamos de ese Torra.

Pues bien, y lo escribo sin pizca de ironía: nadie ha aplaudido a Torra esta semana, con lo que se llevan los aplausos coreografiados últimamente, y lo bien que se ensayan y proyectan sobre una pretensión alucinada de espontaneidad. Nadie aplaude a Torra como a Sánchez --o al menos nadie fuera de su círculo palmero de rumba aflamencada, porque también lo tiene-- y casi ha sido el único presidente en nuestra geografía que ha hablado de verdad como tendrían que hablar todos los presidentes, o al menos quien lo ha hecho con una claridad y contundencia a la altura de las circunstancias. Porque la inmediatez está siendo terrible y tan fatal como los 220 zumbados de la fiesta en El Viso que por desgracia han buscado lo que les pase, que puede ser quedarse bocabajo sin que un respirador les pueda devolver su hebra de aire. Pero quienes no se merecen lo que pueda ocurrirles son sus padres y abuelos, o quienes se crucen por esa acera a veces muy estrecha de la vida, que pueden acabar agonizando sólo por el egoísmo infantiloide de estos 220.

Precisamente a ellos, y a gente como ellos, se dirigía Torra constructivamente, con rango de estadista, ante el drama de los rebrotes y el riesgo que plantean. «Estamos ante los diez días más importantes del verano», comenzó diciendo, asegurando que la situación «es muy crítica» --en verdad lo es-- y reclamando un esfuerzo de todos para poder sacarla adelante, porque en caso contrario «habrá que retroceder». Vamos, un Torra en plan Churchill. Porque para él, como para cualquiera que analice las cifras sin entusiasmos de copas de balón, Cataluña «está en la antesala de la situación del mes de marzo» por el «incremento de rebrotes y personas contagiadas» en un escenario «muy preocupante» no sólo para Torra y no únicamente en Cataluña, sino extensible también a toda España. Es la hora, para Torra, de «los datos y los análisis, de los expertos y los protocolos médicos, de la gran solidaridad y de un gran esfuerzo colectivo». Y lo mejor, como arriba hablando de los tuits, lo ha dejado para el final: «Tenemos que concienciarnos que nos va la vida».

«El botellón ahora no es una fiesta, es un acto de insolidaridad. Pensad en ello», ha remarcado Torra. Quienes no han pensado en ello son estos 220 de El Viso, como los que se reunieron en la discoteca Babilonia, que han puesto Córdoba en el mapa de la insolidaridad, el delirio y la imbecilidad colectiva. Todo eso se supera --a veces-- con la edad, pero no se superan los 120 días que ha pasado en la UCI Javier Izuzquiza, el paciente que ha estado más tiempo ingresado por el coronavirus, antes de morir asfixiado. Exactamente desde el 13 de marzo ha estado luchando este hombre contra el virus. Eso no se supera. Tampoco los muertos y el duelo de sus familias, sean 40.000 fallecidos o 50.000. Nada de eso puede emborronarse igual que una resaca, porque el resto es dolor.

Ha estado bien Quim Torra, que hasta ahora sólo había estado mal, al remangarse y mirar la realidad de frente. Y luego tienes al presidente Sánchez, que no advierte nada, pero sí ha ordenado ser ovacionado antes de irse de vacaciones.

*Escritor