El Pleno del Congreso ha derogado el decreto ley aprobado en diciembre por el Gobierno en materia de vivienda y alquiler, ya que su convalidación ha sido rechazada con los votos de PP, Unidos Podemos, Ciudadanos, Esquerra (ERC), UPN, Bildu y Foro Asturias. Unos aliados un tanto extraños aunque les haya podido el objetivo común, que desde luego no ha sido el interés del inquilino. No se entiende este complot cuando el decreto ampliaba de 3 a 5 años la duración mínima de los contratos, cargaba los gastos de inmobiliaria al arrendador, reducía impuestos, contemplaba la posibilidad de suspender desahucios en situaciones de vulnerabilidad y acababa con ciertos abusos en materia de fianza. Dicho esto, lo que me deja perpleja es la inseguridad jurídica de la situación.

Precisamente esta semana escribía en redes sobre el alcance de la nueva regulación dando pautas para los propietarios que tuvieran pisos para alquilar, o para los nuevos inquilinos, cuando al día siguiente ya no había decreto. Ahora sí, ahora no. Y la pregunta es ¿en qué situación quedan los contratos suscritos en este tiempo? Ni siquiera los letrados del Congreso lo tienen claro, porque lo ocurrido es el claro ejemplo de la más flagrante inseguridad jurídica.

Habrá quien diga que los contratos son plenamente válidos, desplegando todos sus defectos y habrá quien diga lo contrario. La no convalidación del decreto supone la inmediata cesación de sus efectos y su desaparición del ordenamiento jurídico (pero no de los efectos desplegados durante su vigencia, según dicen los letrados del Congreso), mientras que otros ya dicen que al no haber convalidación, nunca debió desplegar efectos, alcanzándole una suerte de nulidad. Lo que es nulo, nulo efecto produce. Añadamos a este argumento que lo contrario supondría la posibilidad de cometer abusos si se legisla a sabiendas de que no habrá convalidación, pero consiguiendo durante un tiempo algún efecto pretendido.

Es claro que no está nada claro porque en el mundo del derecho, maravilloso, todo cabe. Ahí arriba, flotando, están las nubes y espacios intergalácticos cargados de opiniones, interpretaciones jurídicas y doctrinas de todo tipo. Aquí abajo la cruda realidad y el mundo de los hechos.

En medio estamos los abogados, que somos los que miramos hacia arriba y extendiendo una mano invisible, bajamos de esas nubes la interpretación más oportuna y la que mejor le convenga ese día a nuestro cliente porque, antes de que se escandalicen, nunca olviden que todo, absolutamente todo en la vida, es cuestión de interpretación.

* Abogada