Hoy, domingo, celebramos la III Jornada Mundial de los Pobres, bajo el lema «La esperanza de los pobres nunca se frustrará». La Conferencia Episcopal Española y Cáritas española, en un comunicado conjunto, aseguran que esta jornada pretende contribuir a ser «testigos de la esperanza cristiana en el contexto de una cultura consumista y de descarte, orientada a acrecentar el bienestar superficial y efímero que haga posible un cambio de mentalidad para redescubrir lo esencial y darle cuerpo y efectividad al anuncio del Reino de Dios». Según explican, la idea de impulsar la Jornada nació el 13 de noviembre de 2016, durante la clausura del Año de la Misericordia, en la basílica de san Pedro, que el Padre Santo dedicó a las personas marginadas. De manera espontánea, al finalizar la homilía, Francisco expresó su deseo de que «quisiera que hoy fuera la Jornada de los pobres». Esta convocatoria se celebra cada año y en toda la iglesia el último domingo del Tiempo Ordinario, previo a la fiesta de Cristo Rey, y «es una ocasión idónea para poner de relieve el protagonismo de los más pobres en la vida de las comunidades». Repasando despacio el mensaje, me gustaría confeccionar un decálogo del Papa sobre los pobres. Primero, «los pobres no son números a los que se pueda recurrir para alardear con obras y proyectos, sino que son personas a las que hay que encontrar: son jóvenes y ancianos solos, hombres, mujeres y niños que esperan una palabra amistosa». Segundo, «la esperanza de los pobres nunca se fustrará». Tercero, «los pobres nos salvan porque nos permiten encontrar el rostro de Jesucristo». Cuarto, «son pobres las familias obligadas a abandonar su tierra para buscar formas de subsistencia; huérfanos que han perdido a sus padres o que han sido separados de ellos violentamente; jóvenes en busca de una realización profesional, a los que se les impide el acceso al trabajo; las víctimas de tantas formas de violencia, desde la prostitución hasta las drogas, humilladas en lo más profundo de su ser». Quinto, «los pobres necesitan nuestras manos para reincorporarse, nuestros corazones para sentir de nuevo el calor del afecto, nuestra presencia para superar su soledad». Sexto, «el pobre en la Escritura, es el hombre de la confianza; el autor sagrado brinda el motivo de esta confianza, «él conoce a su Señor». Séptimo, «el pobre sabe que Dios no puede abandonarlo, por eso vive siempre en la presencia de ese Dios que lo recuerda». Octavo, «la esperanza se comunica también a través de la consolación, que se realiza acompañando a los pobres no por un momento, cargado de entusiasmo, sino con un compromiso que se prolonga en el tiempo». Noveno, «os exhorto a descubrir en cada pobre que encontráis lo que él realmente necesita». Décimo, «antes que nada, los pobres tienen necesidad de Dios, de su amor hecho visible gracias a personas santas que viven junto a ellos, las que en la sencillez de su vida expresan y ponen de manifiesto la fuerza del amor cristiano». Hasta aquí, las principales frases del Papa en su mensaje. Ojalá calen profundamente en las conciencias libres y en los corazones nobles.

* Sacerdote y periodista