Patria’ se ha convertido en el fenómeno editorial más impactante de los últimos años en nuestro país, pero la realidad del País Vasco sigue siendo difícil para los que allí viven y no sienten ni consienten con la ideología de los terroristas. La novela de Fernando Aramburu se ha leído de veras y ha conseguido abrir en canal el mal llamado problema vasco --pues el mal siempre estuvo localizado-- pero se nos olvida que su autor tuvo que salir de allí, de su tierra, San Sebastián, cuando el viciado ambiente de la traición, la impunidad y la cobardía se le hizo irrespirable. Lo mismo que Fernando Savater, un hombre libre y valiente como nadie, que el otro día volvió a dar la talla, y la cara, ante los irracionales que atacaron a los guardiaciviles de Alsasua, ante los que les jalearon y ampararon cobardemente, pues eran muchos y muy brutos contra pocos en el reducido espacio de una taberna. La paliza contra los guardiaciviles y sus parejas, un teniente, un sargento, María José y Pilar, ocurrió el 15 de octubre de 2016, pero fue el pasado martes cuando los hechos se vieron en la Audiencia Nacional. Las víctimas reconocieron a los ocho acusados que se sentaron en el banquillo como autores de los golpes y los insultos. Los testimonios de los agentes agredidos que nos han llegado me han conmocionado: «Nadie nos ayudó. Temí por mi vida. Fue un calvario eterno», dijo el teniente, mientras que su novia confesó que le quitaron la vida entera, y que aún hoy tiene miedo de pasear por su pueblo, pues ella era nacida y crecida en Alsasua. La narración de los agredidos es terrible, y basta un poco de empatía para visualizar lo que pudo ser aquella encerrona con una de las chicas puesta en cruz pidiendo clemencia y la otra abrazada en el suelo a su novio tratando de protegerle mientras también con ella se ensañaban con la misma brutalidad. La información llega con cierta tibieza, como no queriendo molestar a la hidra etarra, pero he buscado como un sabueso las crónicas de los periódicos, porque aquí pasamos página rápido, luego lloramos ante una película o abrazamos el libro de Aramburu, pero hemos olvidado demasiado pronto tanto dolor estúpido e innecesario como han sufrido y soportado en silencio tantas y tantas familias de este país. Por eso me conmueve la figura de Savater en la calle, encabezando una manifestación, del brazo de la madre del teniente agredido, por las calles de Pamplona la misma tarde del juicio en la Audiencia Nacional. Con él fueron unas dos mil personas, cuenta la prensa, y en la cabeza son mayoría las mujeres, muy pocas para tamaña afrenta, muy valientes para dar una lección de coraje, amor y humanidad.

* Periodista