No sabía si nominar este artículo «incertidumbres» o «cumbres borrascosas», que resulta más literario, ahora que estamos conmemorando a Cervantes. Realmente, en el actual escenario de la pandemia, la palabra trending topic es incertidumbre. No tenemos registros en la historia reciente de un confinamiento global ni una hibernación de la economía de este calado, que sea extrapolable a lo que estamos viviendo, con las repercusiones exteriores e interiores de todo tipo que supone. Hay incertidumbres, otros lo llaman improvisación, en la forma de contar a los infectados y fallecidos por la pandemia, cuyas cifras fiables aún desconocemos. Hay incertidumbre en el tratamiento preventivo y paliativo de la enfermedad, donde recibimos unas pautas sobre mascarillas o tratamientos para después indicarnos lo contrario. Incertidumbres sobre si encontrarás en la farmacia el material preventivo, que no llega a estas alturas. No sabemos si la pandemia rebrotará o no más adelante. Hay incertidumbres en la aplicación de las medidas económicas y sociales, en el cuándo y cómo de la vuelta a la normalidad, en quienes son o no esenciales, en cuándo se cobrarán ERTE y ayudas. Hay perplejidad en el panorama político entre pactos y promesas. Hay titubeo cada vez que abres un whastapp en saber si el mensaje que te mandan es un bulo, o si el perfil de las redes sociales es falso. Todo ello, siendo sensible, en lugar de confianza genera preocupación y ansiedad.

Pero no sólo la incertidumbre es de presente, sino sobre todo de futuro. La caída del PIB, cuyas expectativas cada vez son peores, y un endeudamiento del Estado por encima de sus posibilidades, con las consiguientes dificultades en su financiación exterior, siembran la duda razonable sobre la viabilidad del actual Estado del bienestar. Incertidumbre de miles de empresas que no saben si podrán reflotar esta situación, de millones de personas que perderán su trabajo, y difícilmente volverán a recuperarlo. Incertidumbre sobre si el modelo económico será el mismo y la transformación de los sectores productivos. Incertidumbre sobre si la vida volverá o no a ser lo que era. Hay teóricos que señalan que estos meses sólo será un paréntesis en la historia y que todo volverá, poco a poco, a ser como antes, incluso con algunas mejoras en los sistemas logísticos, en los protocolos preventivos, en la coberturas sociales, y hasta en la utilización de la economía digital. Otros hablan de inflexión, y que esta situación supone un freno y una revisión del sistema neoliberal que deberá corregirse para no dejar en la cuneta a millones de personas, consiguiendo la pandemia lo que no pudo el comunismo a escala planetaria. También, quienes defienden que esta crisis será la puerta de paso de China al liderazgo de superpotencia mundial, ante la división de Europa y la incompetencia de Estados Unidos -lastrada con un Donal Trump a la cabeza superado por sus propios gobernadores, enfrentado con el Viejo continente y los organismo de consenso internacionales, asociado a los países del Golfo Pérsico que se hunden con la caída estrepitosa del petróleo-. Todo ello, ante la decadencia de un sistema democrático pervertido entre los populismos y la partitocracia, y una sociedad líquida, confundida, sin valores sólidos.

Es improbable que todo vuelva a ser como antes. Los economistas ya no aconsejan refugiarse ni en el dólar ni la vivienda como valor seguro. Vuelven al metal oro. También nosotros deberíamos pensar a qué referentes queremos volver, personales, sociales, políticos y económicos para, despertando del letargo, ponernos a trabajar en ellos. Sobre todo para no caer en el desánimo ni el miedo, que son los peores enemigos del futuro.

* Abogado y mediador