La voz de los empresarios resuena con fuerza estos días, poniendo reflexión, sensatez y medidas concretas encima de la mesa para afrontar la grave crisis que padecemos. Han reclamado diálogo y colaboración público-privada para conseguir una recuperación “sostenible, duradera y sin dejar a nadie atrás”. La mejor política social es la creación de empleo, y para ello es fundamental la contribución del tejido empresarial, formado en un 94 % por microempresas que aportan el 40 % del empleo. Sumando las grandes compañías, el 0´2 % del total del empresariado, el 25 % del empleo y el 35 % del valor añadido bruto dada su mejor capacidad tecnológica, de inversión, internacionalización y acceso al crédito. Los acuerdos políticos y económicos que el país necesita no son posibles sin la colaboración de la sociedad civil, en el caso de las empresas, representadas por la CEOE, quienes han reconocido también el acierto gubernamental de los ERTEs y las inyecciones de liquidez con los préstamos ICO.

A la política pública de subsidios, prestaciones y ayudas que sirven para frenar la primera acometida de este tsunami que ha dejado más de 6 millones de trabajadores en sus casas, siguen las medidas de reconstrucción de la economía. Y para ello, los empresarios españoles bajo el impulso de su presidente Antonio Garamendi han sido audaces en organizar con eficacia y celeridad una amplia cumbre con los máximos responsables que lideran el emprendimiento y el empleo en nuestro país. Diez días de encuentro patronal, en directo, recogiendo las opiniones de todos los grandes sectores de nuestra economía, curtidos por la responsabilidad de su experiencia en la gestión diaria, que debiera ser tenida en cuenta por los responsables públicos, aunque muchos de ellos desconozcan por completo los retos del mercado y la realidad de una empresa.

Mejoras a la industria, apoyo de la competitividad, plan de empleo para los parados que no se compagina con la escasez de mano de obra en sectores como el de transportes o la agricultura, desarrollo del ecommerce, movilidad sostenible, reducir el alto coste de la electricidad, una economía azul, plan de vivienda para jóvenes menores de 35 años que generaría cerca de 2 millones de empleos, y una larguísima lista de propuestas que constituyen una verdadera hoja de ruta para sacar adelante nuestra economía, y que rompen la dinámica de frentismos estériles a la que estamos tantas veces condenados para ofrecer un plan estratégico de futuro.

Todo ello exige, como mínimo, un marco de estabilidad institucional en lugar de cuestionar o atacar directamente a los poderes del Estado; de seguridad jurídica frente a la improvisación y al caos normativo; de certidumbre en las políticas fiscales que no espanten a los inversores con continuas tasas y subidas de impuestos que hacen asfixiante la competitividad en un mercado global; o la disminución de las enormes trabas burocráticas que existen en nuestros país con administraciones que se superponen para facilitar la implantación de nuevos proyectos. Para lograrlo, falta bajarse de la máxima de las posiciones ideológicas, de los prejuicios de lucha de clases, y escuchar, aprender, situarse en el terreno de la realidad, de las necesidades y aspiraciones de estos muñidores del desarrollo. El presidente de Mercadona, Juan Roig, demanda la importancia del papel de los empresarios en situaciones de crisis extremas, insistiendo en que ayudar a los empresarios es ayudar a mantener el empleo, a generar riqueza y bienestar. No lo olvidemos.

* Abogado y mediador