Los conflictos existen siempre, no tratemos de evitarlos sino de entenderlos. La celebración este domingo del Día Europeo de la Mediación, conmemorando la aprobación hace 20 años de la Recomendación (98) 1 del Comité de Ministros del Consejo de Europa sobre Mediación Familiar, el primer texto legislativo en esta materia al que siguieron otros muchos, nos sirve de pretexto para trazar una reflexión sobre la importancia de la mediación en la vida actual, tremendamente judicializada en todos los ámbitos, como lo acreditan los miles de procedimientos judiciales en cualquier jurisdicción, ya sea frente a bancos, aseguradoras, administraciones públicas, rupturas matrimoniales, herencias, problemas vecinales, telecomunicaciones, etc. que han multiplicado la existencia de empresas de asesoramiento legal. Procedimientos que además del tiempo que tardan y el coste que suponen, derivan a un tercero ajeno la resolución de los problemas, en una cultura donde todos quieren ganar a costa del otro, y tras los cuales quedan relaciones personales muchas veces rotas para siempre con un desgaste emocional enorme.

La mediación es un método alternativo de resolución de conflictos y supone la predisposición para alcanzar acuerdos desde la voluntad de escuchar y ser escuchado, entendiendo que no se imponen soluciones a la parte contraria, sino que se recorre un camino conjunto para que la solución sea descubierta y asumida por las partes en conflicto. Para ello resulta necesario acudir a un mediador profesional, que desde su pericia y formación ayude a restañar las heridas y marque las pautas para que en ese proceso de escucha mutua las partes pasen de lo emocional a lo racional, de las posiciones a los intereses, a las alternativas posibles y a las soluciones, cosiendo los descosidos que todos llevamos en un traje siempre hecho a medida.

Ganaríamos mucho en nuestras relaciones personales, comunitarias, y en nuestra felicidad, si frente a la cultura de la reclamación y de la imposición, cultivásemos más la asertividad y la cultura de la mediación. Debería ser una asignatura obligatoria en la enseñanza para que las nuevas generaciones aprendan a gestionar los conflictos no como tragedias, sino como oportunidades de crecimiento en cualquier ámbito de la vida y las relaciones humanas, con las técnicas y conocimientos que ello exige de inteligencia emocional, reformulación, normativa, etcétera.

Frente al importante desarrollo de este modelo en otras latitudes, en España estamos aún muy atrasados en su implantación, y los poderes públicos deberían de comprometerse más para que la mediación intrajudicial y extrajudicial se implemente. Desde hace muchos años diversos colectivos como trabajadores sociales, abogados, psicólogos, educadores y otros, nos venimos formando para cumplir con los requisitos que exige la legislación para desarrollar esta profesión, esfuerzos que no se ven compensados con una apuesta determinada y firme del legislador ni de las diversas administraciones competentes en este ámbito, tan importante para una sociedad moderna que quiera conducirse por el camino del diálogo, que quiera gastar sus energías resolviendo problemas y no generando conflictos.

* Abogado y mediador