«Mi culpa»... ¡Que alguna tendré! Pienso yo. Si me avisan de que una gran tormenta se avecina para un día determinado y sin tomar ninguna precaución me lanzo a la carretera el último día y en el último momento para regresar a mi destino y por tanto, me quedo bloqueado. Esto ocurre, posiblemente, por no haber sido previsor y no haber regresado antes. Si a mi hijo le suspenden todas las asignaturas y le han expulsado de clase más tiempo del que ha asistido a las mismas y regresa con una moto nueva y un móvil que ni yo puedo pagarme no entiendo por qué se preguntan sus padres: «¿Por qué no se va de casa ni busca trabajo este holgazán de cuarenta años?». Si el chico con el que estoy saliendo lleva años ridiculizándome y humillándome delante de la gente y me trata como si fuera suya y sigo saliendo con él y luego me pregunto por qué me maltrata, es que no he sido consciente de que nunca ha dejado de vejarme. Me quejo de lo que hacen los políticos pero muchos/as trabajadores/as llegan tarde a su trabajo, salen antes de que termine su jornada laboral, falsifican bajas y se escabullen para trabajar lo menos posible y luego se dedican a criticar en el bar con unas cañas lo mal que está España. Pedimos que los colegios eduquen en la tolerancia pero en algunos lugares de España algunos profesores piden que seamos tolerantes solo con los que piensan igual. Criticamos a los políticos como chorizos mientras entramos en tiendas cargadas de alarmas que nos dicen --por lo «bajini»-- que no se fían de nosotros. La palabra dada ya no tiene ningún valor y por eso lo ponemos todo por escrito. Reclamo constantemente mis derechos a diestro y siniestro pero se me olvidan todas mis obligaciones con el colectivo en el que vivo. Los padres que se divorcian y empiezan desde entonces una lucha encarnizada solo para hacerse daño aun a costa de los niños. Gente que no ha trabajado en su vida --ni lo va a hacer-- porque vivimos en un país donde es muy fácil vivir de la subvención y de la mentira. Nadie tiene «cojones» de decir las cosas claras en una España donde lo políticamente correcto se ha vuelto el pan de cada día... Así nos va; es verdad que los políticos podrían hacerlo mejor, pero las cosas están como están en parte, quizá, un poco por «mi culpa».