Recientemente se ha dictado por la Audiencia Provincial de Barcelona una sentencia sin precedentes, desestimando íntegramente el recurso que Tous interpuso contra la sentencia del Juzgado de lo Mercantil 2 de esa ciudad, dando una vez más la razón a la Asociación de Joyeros, Plateros y Relojeros San Eloy de Cordoba, cuando decidió demandar justicia por considerar que hay diseños que no pueden ser patrimonio de nadie y menos aún ser perseguidos quienes los fabricaban mucho antes que el avispado de la firma catalana que decidió apropiárselos. El esfuerzo de la asociación cordobesa ha sido muy importante y no solo económico en esta batalla, sino también moral al abanderar el honor de sus asociados sin que ninguno tuviera que señalarse en solitario ante el gigante. Es lícito defender tus diseños y pretender vender más y mejor, pero la política que Tous ha venido desplegando, interponiendo acciones penales contra joyeros que de pronto se veían sorprendidos a las puertas de sus fábricas por un ejército implacable de policías que sin orden judicial y con peritos adiestrados de la propia firma irrumpían en sus negocios para imputarlos durante años por la más mínima florecita, osito o corazón, ha sido una política que ha dejado pocas simpatías por el camino. Defender lo tuyo no tiene por qué pasar por hundir al otro. Ayer hubo otra «redada Tous» en Sevilla y una vez más detuvieron a pequeños empresarios del sector que puede que fabriquen o comercialicen piezas con cierto regusto a algún diseño registrado por Tous, fundamentalmente porque registran lo irregistrable, pero de ahí a cometer un delito va un abismo. Diseños simples, sin novedad, flores manidas que las hacen otros, muñequitos sin originalidad y formas geométricas nada singulares. El colmo fue el registro de lo que nunca debieron registrar: la figura de un corazón, el corazón que cualquiera de ustedes pintaría en un papel, ese que existe desde las cavernas, de manera que reproducirlo suponía vulnerar los derechos de Tous, dando lugar a muchos procedimientos en los que se requisaban los corazones de los joyeros --nunca mejor dicho-- porque parece que nadie podía tener corazón, salvo Tous. Menuda falacia. Cuando recibí el encargo de la asociación de «devolverles el corazón», entendí que había que hacerlo e ir donde hiciera falta para conseguirlo, porque hay defensas que trascienden a todo y a todos. Créanme, no ha sido un camino fácil, ni exento de piedras como puños, pero el resultado ha merecido la pena: el corazón, de nuevo, es de todos.

* Abogada