He dicho muchas veces que la televisión es un invento (que podía ser) maravilloso; y no lo es en demasiadas ocasiones. Es, sin embargo, maravilloso cuando en programas de la más diversa índole hay profesionalidad, conocimiento del medio televisivo, sensibilidad y unas directrices donde el nivel cultural del espectador se tiene en cuenta y no exclusivamente el negocio o los intereses políticos. Uno de los muchos ejemplos de buen invento, es el Concierto de Año Nuevo que retransmite desde Viena a todo el mundo la televisión pública austriaca. Acontecimiento musical pero también televisivo. Millones de personas han disfrutado este año, no solo con el programa musical dirigido por el venezolano, Gustavo Dudamel, sino también con la extraordinaria realización televisiva del Concierto. Desde hace bastante tiempo no me pierdo este acontecimiento musical-televisivo. Este año se ha recalcado que Dudamel es el más joven director de la historia de estos conciertos. Tiene 35 años pero conviene matizar que un director de orquesta no alcanza su madurez musical hasta aproximadamente los 60 años. Recuerdo bien a von Karajan, en el Concierto de 1987 un año antes de su muerte, dirigiendo con una maestría exquisita a la Filarmónica de Viena. También, más recientemente, al maestro Daniel Barenboim --lo conocí en los ciclos musicales de Lucena-- mucho más atrevido que Dudamel en trasmitir sensibilidad musical y a la vez efectos extramusicales. El Concierto sería uno más sin la televisión, ejemplo de excelente lenguaje televisivo donde no faltaron vídeos intercalados como ya es habitual.

* Periodista