Empezó el Mobile World Congress, con el lema Intelligent Conectivity, en un contexto donde han crecido las voces críticas con la evolución de las TIC, especialmente sobre el uso de los datos, en el que se basan todas las tecnologías emergentes: inteligencia artificial, big data, blockchain. Si hace pocos años el ámbito digital se veía con interés y admiración, incluso desde el desconocimiento, ahora es lo contrario. Estamos ante un efecto péndulo.

En la primera etapa internet posibilitó la creación de redes de ciudadanía, que eran percibidas como una herramienta de participación, comunicación y organización para mejorar la democracia. Aparecieron los ciberoptimistas -internet va a ayudar a mejorar la democracia- y se han producido movilizaciones sociales gracias a las redes (el primer foro social, el 15-M en España, o #Metoo).

Actualmente la percepción ya no es tan naif. Recientemente, en un encuentro de ciberfeministas, Montse Boix, una activista de referencia, dijo: “Combatimos contra los poderes con las redes, ahora los malos han aprendido el potencial que tiene la red, para dominar de nuevo el escenario público”. Ciertamente el funcionamiento de las redes sociales ha cambiado, y vemos como, por ejemplo, se nos muestran publicaciones que deciden unos algoritmos no siempre transparentes.

Hace pocas semanas Facebook cumplió 15 años. La red que tiene un uso más personal, familiar y cotidiano es precisamente la que ha generado polémica, protagonizando un escándalo que se está investigando en el Congreso de Estados Unidos. Supuestamente Facebook cedió datos personales y de comportamientos a la empresa Cambridge Analytica para difundir contenidos falsos, con el objetivo de convencer a votantes dudosos que Trump era su mejor opción. Un episodio que ha abierto los ojos a muchas personas sobre hacia qué tipo de prácticas se está yendo y ha creado consciencia de que casi todo lo que hacemos con un dispositivo inteligente genera datos de quién somos y qué hacemos.

Al mismo tiempo vemos como la revolución digital está cambiando nuestra vida. La tecnología afecta a todas nuestras actividades: laborales, organización empresarial, relaciones sociales, personales... y existe asimismo un miedo a las consecuencias sobre nuestras oportunidades profesionales. ¿Qué sucederá con las personas de mediana edad que van a tener que transformarse laboralmente?

Todas estas causas razonables han podido generar este cambio en la percepción. Pero, de un lado, debemos diferenciar entre las grandes empresas que dan servicios de redes sociales, como son las denominadas GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon) y la potencialidad que nos da internet y todas sus herramientas para crear redes y trabajar en red. Y por otro, debemos tener una mirada crítica, pero también ver que existe una ofensiva más conservadora y contraria al progreso y al avance social, que no está falta de ciertos intereses económicos y geopolíticos.

Quién goberna la red

Especialmente en la última década no se han liderado políticas públicas profundas, o se ha decidido no actuar y en consecuencia no decidir el modelo de sociedad digital queremos. No ha habido una auténtica gobernanza de internet y el ámbito digital y nos encontramos en un contexto donde solo las empresas están configurando cuál es el modelo.

Precisamente el pasado domingo, un día antes de empezar el MWC, se celebró un Sumit, promovido por el Digital Future Society, un think thank que tiene como misión “comprender e involucrarse con los desafíos y oportunidades legales y éticos de la transformación digital”. Pero no ha sido hasta el 2019, después de 14 ediciones del MWC, que se ha creado este espacio sobre ética y regulación digital. El Sumit Digital Future Society ha sido un debate sobre inclusión, confianza y derechos de la sociedad digital. El debate central ha sido, nada más y nada menos, ¿Cuál debe ser el nuevo contrato del siglo XXI de la sociedad digital del futuro? En un tono menos complaciente sobre las tecnologías se abordaron temas clave como la 'ética data', los algoritmos que no perpetúen estereotipos, la brecha de género o las personas no conectadas.

"Lo que realmente importa es la confianza: la moneda de hoy", comentó la ponente Daria Tataj, emprendedora. La necesidad de generar confianza ante los cambios disruptivos que vivimos es el reto. Por eso, la mejor manera de poder decidir el futuro de la sociedad digital que vamos a vivir es participar, conocer para proponer y actuar en red como ciudadanía.

* Fundadora de I. B. Open Data