Las pilladas a políticos y celebridades por comentarios soltados cuando pensaban que el micrófono más próximo estaba cerrado dan para escribir un libro. Desde el «coñazo» como calificó Mariano Rajo el desfile de la Fiesta Nacional, los «dos días» que dijo Jordi Sevilla que necesitaba Zapatero para aprender economía o el puesto que Esperanza Aguirre iba a dar en el consejo de Caja Madrid a uno de IU «quitándoselo al hijo de puta». La última víctima de esos micrófonos que carga el diablo ha sido la presentadora de televisión Ana Rosa Quintana, que pensando que nadie le escuchaba dijo a sus contertulios «me parece bien que le hayan partido la cara» a la joven agredida en la puerta de un bar en Murcia. El micrófono, ese peligro público.