Al final de la avenida de los Almogávares nos encontramos con el monumento en piedra de la llamada Cruz de Juárez, señal de unos trágicos sucesos ocurridos en nuestra ciudad. Sea pues, la leyenda-história que a Ramírez de Arellano le contó un piconero que vivía en la calle Agua. Verá usted, hubo en Córdoba un señor llamado Antón de Juárez, hombre adinerado que se casó muy joven con una señora también muy rica. Pero esta mujer enfermó de forma muy grave, dejando su hermoso cuerpo hecho un guiñapo. Por su parte, Antón de Juárez, todas las noches se juntaba con un compadre, conociendo en casa de este a una bella moza de la cual se encaprichó. En sus continuas francachelas, el compadre llegó a instigar al Juárez para asesinar a su esposa, cosa que en principio se pensó bastante.

Cierto día el infame marido le dijo a su esposa que se iba de cacería a un paraje cercano de la Asomadilla. A1 día siguiente hubo una gran tormenta y grandes aguaceros, estando la señora sola y llena de espanto. Entonces bajó de la Asomadilla un personaje montando un brioso corcel, que desafiando a la noche, entró en la casa de la señora por la cerca trasera, y empuñando una daga, sobre la pobre señora clava, inundando de sangre su bello cuello. Atropelladamente sale de la casa, el asesino metió espuelas y corriendo hacia el Brillante, se volvió a la cacería sin que su ausencia notasen.

El Juárez, que por unas cosas o por otras, seguía libre de sospechas, anduvo dos o tres años con las gentes de sotana, y en secreto seguía viendo a la muchacha, con la cual al fin se casó. Pero andando el tiempo, al enterrar a un familiar en el mismo panteón de la señora, movieron la caja de esta, apareciendo sus huesos y entre ellos, la daga asesina. Entonces, Antón y su compadre huyen en sendos caballos y una preciosa carga; al llegar donde hoy se encuentra la cruz de piedra, discuten por repartirse la carga, y en una acalorada discusión, el compadre asesina por la espalda a Juárez, dirigiéndose a la sierra. Las autoridades encuentran el cuerpo del Antón de Juárez, y al compadre lo detuvieron en plena sierra ya lejos de Córdoba. Fue ahorcado al alba en el mismo sitio del asesinato. «Que las deudas ante Dios, tarde o temprano se pagan». Desde entonces, esa cruz que hoy existe, es señal de dos terribles asesinatos.