El envenenamiento de gatos callejeros es una muestra de crueldad poco compatible con una sociedad avanzada. La situación parece que se está dando en algunas zonas donde hay colonias felinas y donde algunos vecinos pueden sentirse molestos por los ruidos y suciedad o temerosos de infecciones. Pero poner veneno en la calle es, además de una acción que dice muy poco de la humanidad de quien lo hace, un riesgo para otros animales o mascotas y, por supuesto, para los niños que puedan escapar al control familiar y tocar comida u objetos impregnados, como denuncian las protectoras. Está claro que debe intervenir Sadeco, y que esterilizar a estos animales para que no se multipliquen exponencialmente puede ser la solución.