Después del anuncio de la fecha de las elecciones generales, de nuevo comienza a sobrevolar sobre nuestras cabezas la campaña electoral. En otros tiempos: en aquellos en los que nuestra democracia aún andaba en pañales, las campañas electorales eran esperadas con júbilo y expectación por lo que tenían de filosóficas. Los españoles demandaban verdades que explicaran la realidad, propósitos que las contuvieran y políticas que fueran capaces de aplicarlas a la realidad. Una realidad virgen de verdades positivas de progreso, democracia y libertad. Aquellos políticos de antaño tenían la sobriedad y el fervor en sus mítines políticos hacia la verdad, la suya claro, que aunque defendieran ideologías opuestas, uno no tenía por menos que brindarles el respeto de los que creen en lo que dicen. Esas eran las campañas electorales de aquel entonces de las que muy pocos se cuestionaban lo que costaban al contribuyente, pues llevaban a cabo muy bien su función. Después el asunto se relajó grandemente y poco a poco la cautela, la prudencia y el recato comenzó a dar paso sutilmente a las promesas electorales, aquellas de las que el viejo profesor Tierno Galván dijo que están para no cumplirlas. Aquí algunos se lo tomaron a pie de la letra sin entender el retruécano intelectual del veterano político. A día de hoy y después de todas las campañas que nos hemos chupado podemos afirmar con conocimiento de causa que la información o, mejor dicho, desinformación que nos brindan las campañas electorales está muy bien si no nos costara ni un céntimo de euro al contribuyente. Pues lo dicho, crowdfunding y que así cada uno pague por lo que quiere escuchar y de paso la fidelización del que paga obliga al que cobra, y tal vez así tendríamos menos promesas sin compromiso en las campañas electorales.

* Mediador y coach